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Conozco desde el año 1997 al ministro del Interior, Armando Benedetti, cuando estaba haciendo su primera campaña política para hacerse elegir concejal de Bogotá. Desde ahí hemos mantenido una relación estrecha con él y con su hermana Ángela. Benedetti, a quien yo siempre que veo le digo “hola, loco” por su manera desparpajada de ser, me ha parecido una hombre inteligente, divertido, audaz, vehemente y afectuoso.
Por eso no me sorprende para nada que tenga salidas desafortunadas como la de esta semana, en la que llamó a la magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Dra. Cristina Lombana, “loca”, “incompetente” e “hijueputa”. Me temo que este episodio le va a costar una inhabilidad y destitución impuesta por la Procuraduría General, pues por mucho menos este organismo inhabilitó al exministro Fernando Londoño Hoyos, por haberse referido en términos menos fuertes a un juez de la República que en su momento liberó al narcotraficante Gilberto Rodríguez Orejuela.
A Benedetti se le ha venido todo encima en las últimas dos semanas. Fue incluido en la lista Clinton de los Estados Unidos, le revivieron los procesos por corrupción que tiene en la Corte Suprema de Justicia, los medios de comunicación le descubrieron unos bienes inmuebles que él negaba tener, le allanaron su residencia y salió a la luz que su consentida, la afortunada Juliana Guerrero, mintió descaradamente al país con respecto a sus supuestos estudios de contaduría en la universidad San José.
De todos estos temas, el que me parece más relevante es el de los Estados Unidos, porque estoy seguro de que le tienen cogida la piola de algunos dineros que, seguramente, llegaron por su intermedio a la campaña del presidente Petro. Él lo ha negado enfáticamente, pero igualmente Benedetti en su desesperación esta semana dijo que el FBI estaba detrás de él, como lo denunciaron algunos periodistas. De ser todo esto cierto, lo único que en el corto plazo le va a quedar a Benedetti es la posibilidad de negociar con el gobierno de los Estados Unidos inmunidad para él y su familia, siempre y cuando delate al presidente Petro y a su círculo cercano. Porque al final del día, el Gobierno de los Estados Unidos viene por el pez grande que, ciertamente, no es Benedetti.
A esta altura, por más que Petro, Verónica Alcocer, Nicolás Petro o Benedetti pataleen y se pongan del lado del Gobierno de los Estados Unidos, su vida será un infierno del que muy pocas personas ha salido.
Así las cosas, puedo estar equivocado y seguramente Benedetti dirá que jamás negociaría con el gobierno americano (y hasta se pondrá furioso contra quienes esbozamos esta tesis), pero lo cierto es que no tiene otra salida práctica, como no sea inmolarse por Petro, cosa que Benedetti no hará cuando ya estamos en las postrimerías de este desastroso gobierno.
Lo que ha hecho hasta ahora el gobierno americano es la punta del iceberg de lo que les espera a estos personajes. Negocie de una, querido Armando.
