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Aun cuando no suelo hablar en primera persona en mis columnas, recuerdo una entrevista que me hiciera Jorge Alfredo Vargas para Noticias Caracol en el 2021, en donde a la pregunta sobre qué pasaría si Petro ganaba la Presidencia, le dije textualmente: “el país se va para la mierda”.
Y creo que la historia me dio la razón. Gustavo Petro nunca dejó de pensar como guerrillero. El afán destructor que ha mostrado durante su desastroso gobierno no deja la menor duda de que todo lo que hemos dicho sobre él en estos últimos 38 meses es absolutamente cierto. Mitómano, egocéntrico, adicto, megalómano, enfermo mental y misógino.
Petro es una pésima persona y así lo ha demostrado con creces. No nos alcanzaría un libro para explicar en detalle cada una de las perversidades y malas decisiones del dictador en ciernes. Coger al señor Petro en una verdad es absolutamente imposible. Es, sin duda y de lejos, el peor presidente que ha tenido la historia republicana de Colombia.
El país tiene que derrotar a la izquierda en las próximas elecciones si no queremos acabar convertidos en Venezuela. No es sino mirar el texto del cambio constitucional que quieren hacer para entender que en él se consagran conceptos filosóficos de extrema izquierda. Por supuesto, no me sorprende para nada que personas como Eduardo Montealegre y Armando Benedetti se hayan convertido en su mano derecha. Lo que no está calculando juiciosamente el señor Petro es que el presidente Donald Trump, tarde o temprano, a través de la justicia norteamericana, va a pedirlo en extradición, a condenarlo y a encarcelarlo.
Muchos colombianos, entre los que me encuentro, y lo digo sin ambages, queremos ver a Gustavo Petro tras los barrotes en una cárcel de Estados Unidos. Eso es lo que él está buscando para victimizarse y para despertar un nacionalismo insano en los colombianos que todavía lo apoyan.
No conozco a nadie que haya casado una pelea con un presidente de Estados Unidos que la haya ganado. Y Petro no va a ser la excepción. No en vano el presidente Trump lo ha llamado líder del narcotráfico, matón, lenguaraz y enfermo mental.
Después de ver dos veces la entrevista que el periodista Daniel Coronell le hizo a Petro y de escuchar las impresiones que Daniel se llevó, no tengo la menor duda de que Petro, en un país civilizado, estaría en un centro de reclusión para enfermos mentales. Lo grave es que es el presidente de Colombia, dicen algunos legítimamente elegido. Pero ya no existe la menor duda de que a su campaña entraron dineros de origen ilícito. Así lo confesó su hijo negado, Nicolás Petro, y lo han manifestado congresistas de los Estados Unidos.
El futuro de Petro apenas deje la Presidencia ciertamente va a ser una pesadilla para él, porque no le alcanzará lugar en el mundo para esconderse del gran brazo de la justicia americana y del desprecio que le harán sentir sus compatriotas en donde quiera que esté. Y se merece todo porque va a recoger lo que sembró: odio.
