No deja de sorprender el senador Gustavo Petro. La última que nos contó fue que le dio COVID-19 en Italia, en donde estaba muy calladito desde diciembre. Por fortuna se recuperó satisfactoriamente, pero se quejó porque allí se sintió solo y, según dijo, nadie sabía quién era él. Eso, para una persona egocéntrica y megalómana, es realmente una tragedia.
El senador muchas veces ha contado que tiene embargada una parte de su sueldo. Sin embargo, viaja seguido a Europa, vive en una magnífica casa y no se le ve, al menos públicamente, padeciendo problemas económicos.
Recordemos que hace un año Petro dijo que tenía un cáncer y montó todo un show viajando a Cuba para que le hicieran un “procedimiento quirúrgico” que no era sino una simple endoscopia. Ya al senador le habían dicho en la Fundación Santa Fe de Bogotá que no tenía cáncer. Sin embargo, como suele hacerlo, se victimizó, como ahora con el COVID-19.
Petro es como la viejecita del poema de Rafael Pombo que no tenía nadita que comer sino carnes, frutas dulces, tortas, huevos, pan y pez. Y no tenía ni un ranchito en que vivir fuera de una casa grande con su huerta y su jardín.
Ciertamente, otra característica del también candidato es que, aparte de megalómano, es mitómano. Cogerlo en una verdad es difícil. Su gestión como alcalde fue desastrosa y solo en su mente se construyó el metro, se readecuó el San Juan de Dios y se construyeron miles de colegios y hospitales.
Ahora bien, de cara a las elecciones presidenciales del año entrante, Petro se ha puesto la piel de oveja, cuando sabemos que debajo está el lobo. Se está mostrando más conciliador, pelea menos y busca apoyos. Con todo, aparte de los senadores Roy Barreras y Armando Benedetti, lagartos profesionales, los demás políticos, hasta ahora, saben que es altamente tóxico.
Sin embargo el verdadero candidato mostró sus dientes en una entrevista con la revista Semana, en donde sin tapujos dejó ver que piensa apostarle a una campaña montado en el descontento social y, claro está, polarizando contra los ricos, como lo hizo cuando fue alcalde de Bogotá.
Bien lo explicó en este mismo diario el columnista Federico Gómez Lara, quien resumió muy bien lo dicho por Petro: “Incremento de impuestos, eliminación de exenciones, redistribución del ingreso, estatización del sistema de pensiones, restablecimiento de relaciones con Maduro, pacto de sometimiento para los narcos, replanteamiento de la extradición y reducción del Ejército. También se fue de frente contra la justicia de EE. UU., contra la banca, habló de ponerlos a competir con el Banco Agrario, se mantuvo firme en su tesis del montaje contra Santrich y defendió su pasado revolucionario”.
No se equivoquen. El candidato Gustavo Petro es inteligente, populista, mitómano, megalómano, egocéntrico y peligrosísimo.
Notícula. Qué canallada enlodar el nombre de la primera dama, María Juliana Ruiz, con un escándalo inventado. Toda mi solidaridad.
No deja de sorprender el senador Gustavo Petro. La última que nos contó fue que le dio COVID-19 en Italia, en donde estaba muy calladito desde diciembre. Por fortuna se recuperó satisfactoriamente, pero se quejó porque allí se sintió solo y, según dijo, nadie sabía quién era él. Eso, para una persona egocéntrica y megalómana, es realmente una tragedia.
El senador muchas veces ha contado que tiene embargada una parte de su sueldo. Sin embargo, viaja seguido a Europa, vive en una magnífica casa y no se le ve, al menos públicamente, padeciendo problemas económicos.
Recordemos que hace un año Petro dijo que tenía un cáncer y montó todo un show viajando a Cuba para que le hicieran un “procedimiento quirúrgico” que no era sino una simple endoscopia. Ya al senador le habían dicho en la Fundación Santa Fe de Bogotá que no tenía cáncer. Sin embargo, como suele hacerlo, se victimizó, como ahora con el COVID-19.
Petro es como la viejecita del poema de Rafael Pombo que no tenía nadita que comer sino carnes, frutas dulces, tortas, huevos, pan y pez. Y no tenía ni un ranchito en que vivir fuera de una casa grande con su huerta y su jardín.
Ciertamente, otra característica del también candidato es que, aparte de megalómano, es mitómano. Cogerlo en una verdad es difícil. Su gestión como alcalde fue desastrosa y solo en su mente se construyó el metro, se readecuó el San Juan de Dios y se construyeron miles de colegios y hospitales.
Ahora bien, de cara a las elecciones presidenciales del año entrante, Petro se ha puesto la piel de oveja, cuando sabemos que debajo está el lobo. Se está mostrando más conciliador, pelea menos y busca apoyos. Con todo, aparte de los senadores Roy Barreras y Armando Benedetti, lagartos profesionales, los demás políticos, hasta ahora, saben que es altamente tóxico.
Sin embargo el verdadero candidato mostró sus dientes en una entrevista con la revista Semana, en donde sin tapujos dejó ver que piensa apostarle a una campaña montado en el descontento social y, claro está, polarizando contra los ricos, como lo hizo cuando fue alcalde de Bogotá.
Bien lo explicó en este mismo diario el columnista Federico Gómez Lara, quien resumió muy bien lo dicho por Petro: “Incremento de impuestos, eliminación de exenciones, redistribución del ingreso, estatización del sistema de pensiones, restablecimiento de relaciones con Maduro, pacto de sometimiento para los narcos, replanteamiento de la extradición y reducción del Ejército. También se fue de frente contra la justicia de EE. UU., contra la banca, habló de ponerlos a competir con el Banco Agrario, se mantuvo firme en su tesis del montaje contra Santrich y defendió su pasado revolucionario”.
No se equivoquen. El candidato Gustavo Petro es inteligente, populista, mitómano, megalómano, egocéntrico y peligrosísimo.
Notícula. Qué canallada enlodar el nombre de la primera dama, María Juliana Ruiz, con un escándalo inventado. Toda mi solidaridad.