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El presidente Gustavo Petro arrancó la campaña presidencial con un año y medio de anticipación. Esto quiere decir que el próximo año será fundamentalmente electoral. No será el 2025 fácil para Colombia por temas como la inseguridad, el pésimo manejo económico, la desaceleración en la explotación de hidrocarburos fósiles, las mentiras de Petro y, entre otros, la polarización.
Ya los colombianos tenemos suficientes elementos de juicio para saber exactamente cómo es el presidente de la República. Por supuesto que no asume los errores de su gobierno, que no son pocos y siempre, de manera sistemática, le echa la culpa a alguien más. Su capacidad destructiva ya es manifiesta. Enmascarado bajo su ropaje de izquierda, quiere acabar con absolutamente todo lo que a él le huela a capitalismo. Detesta al sector privado y, supuestamente, toma decisiones en favor de la gente más pobre del país, asunto que sólo está en su calenturienta cabeza.
Mucha retórica por un lado y ninguna ejecución coherente por el otro. La robadera a manos llenas es el pan diario de cada día y Petro está como si la cosa no fuera con él y su gobierno. Su desconexión de la realidad se hace palpable en cada uno de sus incoherentes trinos, que siempre están cargados de falsedades y de odio. No tengo la menor duda de que es un resentido al que la democracia equivocadamente le ha dado todas las oportunidades. Desafortunado resulta para el país que el mal llamado gobierno del cambio haya resultado un fiasco. Pero nada de eso me sorprende porque Petro demostró su ineptitud desde cuando hizo la peor alcaldía de Bogotá, después de la de Samuel Moreno.
Todo lo que pasa en torno al gobierno me produce literalmente asco, como se lo está produciendo a millones de colombianos que acuden a cualquier expediente y epíteto para referirse a Petro. Es claro que no seré yo quien los repita en esta columna, por respeto a los lectores. Me imagino que Petro lee los comentarios que le hacen a sus publicaciones en X, en donde claramente se ve que muchos de sus seguidores piensan que él no es sólo mala persona, sino que se meten con su vida privada a raíz de su viaje a Panamá con una amiga.
No quiero que se me acuse de misógino, pero el papel de Verónica Alcocer después de que el país conoció este episodio panameño es indigno. No tengo claro por qué no se divorcia. ¿Por no generar otro escándalo o por no dejar el poder y la parafernalia como “primera dama”? La señora Alcocer no se respeta ni se hace respetar. Y Petro como si no fuera con él. Si hay algo que ha caracterizado al país es el papel de las primeras damas, siempre impecables, discretas y acompañando a sus esposos.
Se avecina pues un año muy duro para Colombia. La ventaja es que entre más rápido pase, más pronto veremos la salida de Petro de la Presidencia a donde nunca debió llegar. Y no lo digo por clasista, lo digo porque el decoro y la dignidad presidencial quedaron untados de un fétido excremento.
