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Ser marica es para machos

Felipe Zuleta Lleras

20 de junio de 2021 - 12:00 a. m.

El mes de junio está, en casi todo el mundo, dedicado a la comunidad LGTBI. No soy líder ni representante de esa comunidad, a la cual pertenezco por ser gay. Y qué difícil que es asumir abiertamente esa condición en un país homofóbico como el nuestro. Acá todavía asesinan a los miembros de la comunidad por el solo hecho de serlo. No más el año pasado fueron asesinadas 75 personas, según Colombia Diversa.

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En lo personal, a diario y en razón de mi oficio como periodista, suelo recibir por las redes sociales insultos y amenazas que casi siempre empiezan con expresiones como “viejito marica” o “viejo cacorro”. Eso demuestra claramente que la homofobia en el país está en el orden del día.

Nadie ha dicho que ser gay es fácil en una sociedad machista y homofóbica. Ser marica es para hombres.

Con los años he entendido que contra la homofobia no es mucho lo que se puede hacer, porque estoy convencido de que cuanto más homofóbicos, más maricas. Me explico: muchos homosexuales enclosetados reaccionan con rabia contra los miembros de la comunidad porque sus propios demonios y sus preferencias sexuales que no aceptan los vuelven agresivos y amargados.

Es muy duro estar casado con una mujer cuando a uno le gustan los hombres. Conozco a varios “heterosexuales” que están casados siendo homosexuales. Sufren mucho.

Y ni hablemos de aquellos que teniendo esposas tienen amantes hombres o travestis. Una doble vida que ciertamente tiene que producirles una desazón y frustración permanentes.

Difícil resulta admitir nuestras preferencias sexuales en una sociedad mayoritariamente católica y machista. Para los católicos y cristianos, los homosexuales somos pecadores porque lo dice la Biblia: “Dios repugna a los prostitutos sagrados”.

En lo personal y en lo que tiene que ver con mi círculo de amigos, trabajo, familiares y colegas, jamás he sentido discriminación alguna. Por el contario, cuando salí del clóset, hace 25 años, conté con el apoyo incondicional de casi todas las personas de mi entorno.

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Eso no es lo común en nuestra sociedad, pues en miles de casos los padres no aceptan la condición sexual de sus hijos o hijas. Varias son las razones, como las creencias religiosas o pensar que es una enfermedad.

Créanme que cargar con esa etiqueta no es fácil para nada. La estigmatización hacia los miembros de la comunidad LGTBI conduce a los crímenes de odio y produce trastornos emocionales a sus víctimas.

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En Colombia, de no ser por tener una Corte Constitucional de avanzada, los homosexuales no tendríamos ningún derecho. Continuaríamos siendo los parias de la sociedad. Por fortuna el país, a regañadientes, ha ido aceptando que los miembros de la comunidad LGTBI tienen derechos que han sido mayoritariamente otorgados por sentencias de la Corte. Queda mucho camino por recorrer y mucha educación sobre este tema a quienes apenas empiezan su vida escolar. No de otra manera podremos llegar a ser una sociedad medianamente igualitaria.

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