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Tres papas calientes

Felipe Zuleta Lleras

22 de agosto de 2021 - 12:30 a. m.

Ser un alto funcionario del Estado siempre es muy difícil. No importa qué tanto se trabaje y qué tan bien se hagan las cosas, aparecen los críticos de oficio y los malquerientes eternos.

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Entre estos cargos hay tres que son muy complicados, aun cuando no son los únicos. Uno de ellos es la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), que hoy está dirigida por Andrés Barreto, un hombre serio que se ha dado unas pelas durísimas.

La SIC, en lo que va corrido de este gobierno, ha impuesto multas por el orden de los $565.000 millones, así como la persecución penal de los responsables por la comisión de delitos económicos. En ese sentido, ha logrado casos importantes como el del cartel de boletas Rusia 2018 ($16.000 millones y dos condenas penales), el cartel de raciones militares ($8.400 millones), el cartel del cloro-soda ($126.000 millones), la Ruta del Sol II-Odebrecht ($295.000 millones), el cartel de tuberías ($13.000 millones), el IDU ($56.000 millones), entre otros casos investigados y sancionados desde septiembre de 2018.

No conozco al superintendente, pero quienes llevan procesos ante esa entidad me dicen que es un funcionario eficiente, honesto y serio. Con todo, sus detractores de oficio le disparan desde todos los flancos. Eso solo quiere decir que está, para bien del país, ejerciendo bien su cargo.

Otro funcionario que me parece ejemplar es Juan Francisco Espinosa, director de Migración Colombia, a quien tampoco conozco. Migración Colombia es, desde sus inicios, una entidad seria y eficiente. Nada que ver con el control migratorio que hace años estaba a cargo del DAS.

Espinosa enfrenta varios temas delicados. El flujo de millones de venezolanos, el paso de migrantes haitianos por el país rumbo a Estados Unidos, la expulsión de ilegales y, entre otros, el control migratorio de millones de personas al año. Esa cantidad de trabajo no se ve ni mucho menos se agradece, como debe ser.

Otro cargo del Estado que es una papa caliente, sin que sea el último, es la Contraloría General de la Nación, manejada eficiente y seriamente por Carlos Felipe Córdoba. Durante la pandemia la Contraloría ha evitado, en tiempo real, que se robaran varios billones de pesos, como lo ha informado el contralor Córdoba.

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Discreta pero eficientemente, la Contraloría ha fallado en casos de responsabilidad fiscal por miles de millones de pesos. El último, contra Electricaribe por haberse robado subsidios por un monto superior a los $211.000 millones. Sus detractores critican a Córdoba porque sacó una ley que le dio más instrumentos para combatir la corrupción. Las cifras son impresionantes. Pero, claro, en un país bipolar, como dice el contralor, si producen resultados es malo y si no los producen también.

Qué horror ser funcionario del Estado en un país de desagradecidos. Los que hemos ejercido cargos públicos —y yo lo hice hace muchos años— sabemos lo difícil e ingrato que resulta.

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