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El Caminante

Aire

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Fernando Araújo Vélez
03 de septiembre de 2023 - 02:15 a. m.
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Anoche, que fue cualquiera noche y casi todas las noches, me quedé mirando los libros de las paredes de mi casa. Los vi ahí, llenos de polvo, tiesos, inermes, como muertos, suplicantes. Los vi enterrados, y así de enterrados imaginé a sus múltiples personajes. Los percibí encadenados a sí mismos y a sus vecinos, siempre los mismos con sus mismas historias, sus diálogos repetidos y sus idénticos desenlaces, y entonces decidí sacarlos de su estante. Revolverlos. Darles aire, y que Raskolnikov repitiera que necesitaba aire, como lo decía, como lo gritaba en Crimen y castigo, pero que esta vez no lo dijera al lado de Alejandra, la protagonista de Sobre héroes y tumbas, como lo había dicho durante tantos y tantos años, sino en el piso y desde el piso. Que lo exclamara con un verso de Pablo Neruda encima, “El amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por olvido”, por ejemplo.

Que su deseo, “Necesito aire, aire, aire”, saliera mordido en alguna letra por una lapidaria frase de Emil Ciorán, “Un instante de lucidez, solo uno, y las redes de lo real vulgar se habrán roto para que podamos ver lo que somos: ilusiones de nuestro propio pensamiento”. Que lo suplicara envuelto en la bruma de las novelas de Charles Dickens, que se incrustara en las páginas de La niebla, de Miguel de Unamuno, o en un pedido, en una plegaria de José Saramago, “No era hoy un día de palabras, Intentos de poemas o discursos, Ni ningún camino era nuestro. Para decirnos bastaba un acto solo, Y ya que en las palabras no me salvo, Di tú, por mí, silencio, lo que no puedo”. Enredados en el piso o subidos y revueltos sobre un tablón, los personajes que antes eran de una sola manera se volvieron otros. De repente fue como si hubieran empezado a pasar de mano en mano y de palabra en palabra, de mirada en mirada y de conversación en conversación, de novedad en novedad y de liberación en liberación, como si les hubieran arrancado de un plumazo las cadenas y los hubiesen invitado a volver a vivir. Las noticias y los hechos y los dramas cambiaron un poco. Las páginas en las que habían vivido y pensado y sentido también se despercudieron. Los libros tomaron otro cariz, aunque fuera por la recreación de un diminuto paisaje o por el tímido esbozo de la sonrisa de alguna mujer que jamás había sonreído en su vida. Quizá todo fue parte de mi imaginación, lo sé. De mis juegos por salir de la realidad. De mis luchas por ver parte del mundo y sus cosas más como quisiera que fueran que como son.

Y en últimas, de mi profundo anhelo por constatar que los libros son más libros, más ellos, más profundos y auténticos fuera de los estantes, fuera de las bibliotecas pesadas de las casas, pasando de mano en mano y alumbrando las vidas de cualquiera y de todos.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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Magdalena(45338)04 de septiembre de 2023 - 03:47 a. m.
Muy hermosa está experiencia vital de renovación con los libros Nos ayudan a derrotar el miedo
Adriana(87955)03 de septiembre de 2023 - 10:27 p. m.
No sufra la tristeza comente y quítese el tedio.
Maryi(41490)03 de septiembre de 2023 - 09:58 p. m.
Gracias Fernando por recrear los libros en nuestra imaginación
Roberto(27924)03 de septiembre de 2023 - 02:58 p. m.
Da tristeza ver que a esta hora nadie haya comentado la belleza de esta columna.
  • Jesus(15239)03 de septiembre de 2023 - 07:30 p. m.
    Da tristeza que creas que por no ser comentada esta columna, asumas que no es admirada .
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