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César Luis Menotti: la vida, el fútbol y un pucho

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Fernando Araújo Vélez
12 de mayo de 2024 - 02:10 a. m.
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“Con el pucho de la vida apreta’o entre los labios”, cantaba Rolando Laserie su versión de un viejo tango de Francisco Gorrindo y Roberto Grela. Así, con ese pucho de la vida entre los labios, decía luego en tono medio que había aprendido todo lo bueno y todo lo malo, y que sabía que con mucha plata uno valía mucho más. Con un pucho como aquel, pero entre los dedos, iba y volvía por la vida César Luis Menotti. Uno nunca sabrá si fumaba tanto porque los tangos eran una de sus confesas pasiones y él en el fondo se sentía como el tipo de la canción, “Hoy no creo ni en mí mismo, todo es truco, todo es falso”, o porque la vida iba tan de prisa que él quería bajarle un cambio y hacer una pausa para pensar.

Él también hablaba en tono medio. Es más, se movía en tono medio, como cuando jugaba a la pelota en Rosario Central, en el Santos y en Boca, o cuando se enfrascaba en largas discusiones con los inmediatistas europeizados de los años 70 y 80 y les decía que en el fútbol, ante todo, había que pensar. Pensar primero y luego correr, pero correr con un sentido, no correr por correr. Con la voz ronca de tanto cigarrillo, confesaba que uno de los días mas tristes de su vida había sido el 26 de junio de 1978, pocas horas después de haber ganado la Copa del Mundo en el estadio de River Plate. Entonces se tragaba un poco de humo, lo soltaba y explicaba que ese día se habían terminado cuatro años de luchas, de descubrimientos, de conocer y ensayar y de perder y ganar.

Sus frases eran largas y lentas puñaladas, como un tango. Una noche, Jorge Olguín, uno de sus jugadores, le dio las gracias por haberlo aguantado. Menotti le respondió que no lo había aguantado, “bancado”, como decía, que lo había esperado porque a los grandes jugadores como él había que esperarlos, tenerles paciencia, darles segundas y terceras oportunidades. Otra noche, entre vinos, contó que el día de su debut en la primera de Rosario Central, su ídolo, el Gitano Juárez, le devolvió una pared algo larga, y él no la corrió. Cuando se acabó el partido, Juárez lo llamó aparte, lo agarró del cuello y le dijo, “pibe, a los amigos no se los deja solos”. Una noche más, la del 4 de septiembre del 93, y como preámbulo del 5-0 de Colombia a Argentina en Buenos Aires, aseguró que en el fútbol como en la vida ganaban los que imponían sus condiciones, pues desarrollaban su plan y obligaban al otro a reaccionar.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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Jaime(85895)13 de mayo de 2024 - 10:01 p. m.
Excelente
Maria(03461)12 de mayo de 2024 - 10:36 p. m.
El fútbol, una profunda fuente de sabiduría.
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