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Cuando cambiamos los cuentos por las cuentas

Fernando Araújo Vélez

19 de julio de 2020 - 09:30 a. m.

Resultaderos y resultadistas, aterrizamos en un tiempo de resultados, y vivimos y nos exigen resultados, y a la vez, nosotros miramos hacia el frente y ponemos en la misma balanza lo bueno y lo malo según los resultados. Por los resultados se mantienen los gerentes, y los resultados determinan si un político hizo una buena tarea o no. Importan las estadísticas, la suma de, lo que digan las firmas encuestadoras, los estudiosos de los números, los medidores, los analistas, sin que interese demasiado si los resultadistas pagaron por esas cifras, si extorsionaron o mataron. Lo que valen son las cifras, las multiplicaciones, lo cuantioso y las tendencias. “Amigo cuánto tienes, cuánto vales”, como cantaba Jorge Villamil.

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El político, el gerente, el ingeniero, el admnistrador y sus súbditos se ufanan de que construyeron setenta casas, o 32 escuelas, y que durante sus administraciones-trabajos se hicieron tantos kilómetros de carretera. Nadie cuestionará si las casas eran de cartón, si en las escuelas solo enseñaron a decir Sí, mi amo, o si las carreteras no llevaban a ninguna parte. Ni se cuestionará ni se podrá comprobar la veracidad de esos números. La fuerza de los estudios, las cifras, las ecuaciones, las variables en inglés y las gráficas bien diseñadas será mayor que la de la lógica, entre otras cosas, porque pocos los entienden, y tristemente solemos creer que es verídico y muy inteligente todo lo que no comprendemos. La estrategia del oscurantismo: confundir para dominar.

La moral del resultado reemplazó al valor de la palabra, y de la libertad, la lealtad, la solidaridad y la honestidad. En síntesis, al valor de todo aquello que nunca tuvo ni tendrá precio, pues en últimas, lo que no tiene precio tampoco tiene cabida en una planilla de resultados, y lo reemplazó en nombre de la humanidad, o de lo humano. Una hermosa ironía, también sin espacio dentro de las columnas y gráficas de los resultaderos y resultadistas. Gracias a ellos, que en realidad sólo buscan cuidar su metro cuadrado, o sus kilómetros cuadrados, mejor, cambiamos los recorridos por las idas, vueltas y llegadas de una tarjeta preferencial de platino. El aprendizaje por los diplomas, el vino por la marca, las ideas por el éxito y los cuentos y la vida de los cuentos por las cuentas.

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Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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