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Volver al comienzo y rescatar los procesos, hacerles una y mil venias a los que hacen, a los que crean, y detenerse en las manos de la señora que teje una manta, en las del carpintero que diseña y construye una mesa, en las del poeta que se desvela para encontrar una frase, su frase, y en las del músico que ensaya y sigue ensayando y buscando la armonía y la letra de una canción. Olvidar por un momento las metas y las producciones, el precio y las mediciones, el final de todas las cosas, y tomar en cuenta aunque sea por un minuto el proceso de todas esas cosas.
Imaginar, tratar de imaginar por un instante, las noches de insomnio de un cineasta y lo que tuvo que hacer y que borrar y organizar y pelear y buscar para conseguir una toma, una sola de las decenas de tomas de una película. Pensar que detrás de la pizza que pedimos ayer hubo un alguien que posiblemente estuvo muchas noches creándola, probando con uno u otro ingrediente, soñando con un nuevo sabor, y que mientras la estuvo preparando silbaba alguna canción mientras ubicaba las aceitunas o el queso o la salsa encima de la masa que había preparado una hora antes.
Valorar a ese alguien y a todos los alguien por sus trabajos, sus procesos y caminos, no por el resultado únicamente, y hablo de valorar, que es decir darle valor, no tasarlo por un signo de pesos o un algoritmo. Rescatar la paciencia, la disciplina, los hábitos que hay detrás de cada uno y de todos los objetos que nos rodean, e ir incluso más allá y darles su crédito a los antecesores de los antecesores de cada creador, a aquellos que le legaron sus conocimientos, sus métodos y trucos, sus toques de distinción, porque nos guste o no, somos un infinito cúmulo de aprendizajes, una suma de retazos de viejas y no tan viejas sabidurías.
Apreciar cada labor y el conjunto de todas las labores, y por supuesto a los hacedores, para comprender que cada final es consecuencia de millones de detalles, luchas, ilusiones, logros, experiencias y experimentos y diferencias, y que todos estamos hechos de esa conjunción. Apartarnos de las divisiones entre bueno y malo, éxito y fracaso, que son invenciones humanas y solo humanas y que en lugar de sumar, excluyen y dividen, y rendirles un sincero homenaje a todos los creadores, pues en cada una de sus creaciones dejaron y dejan parte de sus vidas.
