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Esclavos del odio

Fernando Araújo Vélez

01 de abril de 2023 - 06:00 p. m.

Odio contra odio. Panfleto contra panfleto, activismo contra activismo y mentiras contra mentiras, todas, disfrazadas de verdades, o envueltas entre una o dos verdades nimias, y en el medio de todas estas batallas nosotros, que peleamos en un bando o en el otro sin siquiera saber por qué estamos peleando, y menos si todas las batallas que nos atraviesan y por las que sacamos espadas y cañones son nuestras batallas. Igual, ahí vamos y seguimos, al ritmo de nuestros caudillos, obedeciéndolos y sembrando el terror día y noche, y noche y día, de cuerpo presente y a viva voz o por las redes, creyendo, tan ilusos como ingenuos, que estamos luchando por una causa justa y vamos a cambiar el mundo, y que nuestro adversario es un mequetrefe ignorante que con su sola presencia hace que la vida sea cada vez peor, y por eso debemos, tenemos que odiarlo, y si fuera posible su linchamiento en una plaza pública, mucho mejor.

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Nos incendiaron. Nos cegaron. Nos llevaron a un estado de no raciocinio, de no pensamiento, y lo más grave es que nosotros lo permitimos. Cuando pase la tormenta, si es que pasa y aún vivimos para recordarla, recogeremos y contaremos los cadáveres de los muertos que dejó nuestro odio, y entonces, solo entonces y tal vez, comprendamos que ese odio, nuestros panfletos, aquellas luchas y batallas y tanto muerto solo sirvieron para que un líder tuviera el poder de comandar a un ejército de odiadores y para que unos cuantos tecnócratas con discursos progresistas y caras de “amor y empatía” se volvieran millonarios. Solo entonces y tal vez, también, caigamos en cuenta de que el odio es un negocio, el odio vende y nosotros lo compramos a manos llenas. Ha vendido a lo largo de la historia y seguirá vendiendo si no somos conscientes de que es así.

Y nos volverá a incendiar y mataremos o moriremos con él por los adornados ideales que nos vendieron y que nosotros pagamos de contado, sí, y mil veces sí, y ocurrirá de nuevo una y otra y otra vez si no nos detenemos a pensar, a valorar, a crear antídotos contra él, si no luchamos por recuperar parte de la autenticidad que alguna vez tuvimos y construimos nuestros propios ideales, lejos, muy lejos del bien y del mal dictaminado por los intereses de los demás, y más lejos aún de quienes hace siglos entendieron que el odio era el más lucrativo de todos los negocios. Nunca será tarde para que nos demos cuenta de que el odiado ejerce un poder supremo sobre nosotros. Nos guía por donde quiere y luego nos paraliza y nos hace perder cualquier asomo de ecuanimidad. Nos da cuerda para maquinar estúpidas, estériles venganzas, y después nos obliga a ejecutarlas, y al final, con gesto de burla, se ríe de nosotros a carcajadas porque sabe muy bien que mientras lo odiemos seremos sus esclavos.

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Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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