Publicidad

Hasta que nos soportemos

Fernando Araújo Vélez
17 de diciembre de 2023 - 02:10 a. m.

Vivimos de préstamo en préstamo. Morimos por algún préstamo que nos mandó al demonio, y nos salvamos de la prisión por el bondadoso préstamo de algún amigo. Nosotros mismos no somos más que un préstamo, como hijos, como padres, como amigos y trabajadores, e incluso, como enemigos y desempleados. En el mejor de los casos, algún día logramos prestarle unos cuantos pesos a algún prestamista que acabó por necesitarnos, y en el peor, vamos por la vida etiquetados entre el pecho y la espalda con el término de prestado. Nos prestan, como definen en algunos contratos a uno que otro futbolista, pero a diferencia de ellos, a nosotros no nos queda ni un céntimo de esos préstamos, y vamos de aquí para allá en calidad de prestados, que en el fondo es como decir, de números que intentan sumar, aunque en realidad y según las cuentas de cada fin de mes, solo restamos y debemos, y cada deuda nos lleva a un préstamo más.

Yo te presto, tú me prestas, nosotros nos prestamos, y en realidad y literalmente, todos nos prestamos. Nos prestamos los unos a los otros, y nos prestamos “para” que los que tienen un poder y se jactan de él hagan de nosotros unos simples chivos expiatorios, “para” que sirvamos de deudores en un préstamo o para otro tipo de empréstitos. Como compensación, nos dan diez o mil pesos, una palmadita en la espalda y unas casi inaudibles gracias por debajo de la mesa, siempre por debajo de la mesa, y nosotros a callar, por supuesto. De cinco a ocho, nos prestamos por tiempo definido y en un contrato usualmente sospechoso, o a término indefinido, que es una manera bastante elegante de decir “hasta que nos soportemos” o seamos “aprovechables”. El resto del tiempo, si es por amor, nos prestamos a un alguien a quien le decimos “cariño” o algo por el estilo, y a quien en una especie de compensación tomamos en un préstamo firmado y sellado ante la iglesia y el poder terrenal de la ley, que supuestamente finalizará cuando la muerte nos separe.

Si no hay amor, o eso a lo que llamamos amor, porque el préstamo se venció o porque los intereses nos desbordaron, o porque nos dejamos seducir por otros préstamos, el resto de nuestros días nos les prestamos a los amigos, a los vecinos, a los obsesionados con las reuniones de todo tipo, a los periodistas y sus comprometidas noticias, o a los políticos y sus eternos falsos discursos. Un rato acá, un rato allá, corramos hacia cualquier lugar, pero corramos siempre, y dejemos unos cuantos segundos apenas para estar a solas, mirarnos al espejo y olvidarnos de los préstamos. Prestaos los unos a los otros, préstame tú que yo te prestaré. Prestaos, pedid préstamos, y sobre todas las cosas, quedad empeñados para siempre, que el reino de los prestamistas te espera.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

hernando(26249)17 de diciembre de 2023 - 04:39 p. m.
Tu auto presentación al final del articulo es larga y pretenciosa. Lo q pretendes inventar es el intento d miles d colegas, como debes saberlo si sigues las letras d cerca.
Maria(56068)17 de diciembre de 2023 - 12:33 p. m.
Buena reflexión ¿ a quién estamos prestados?
Celyceron(11609)17 de diciembre de 2023 - 12:32 p. m.
Hágame “cuarto”, este también es un “prestarse” para…
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar