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“Hoy no hay por quien luchar. Solamente contra quién”: Nicolás Gómez Dávila

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Fernando Araújo Vélez
02 de noviembre de 2025 - 11:10 a. m.
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Para Nicolás Gómez Dávila, la humanidad tenía tres enemigos declarados, pero no lo sabía o no quiso saberlo, inmersa como estaba en las infinitas promesas de felicidad que se multiplicaban a su alrededor en palabras como “éxito”, “premio”, “meta”, “poder” y “realización”. No era consciente de su presencia, no lo fue, y por lo tanto, jamás comprendió la magnitud de su daño. Se dejó tocar por ellos, el demonio, el Estado y la técnica. Se dejó seducir, engañar, y al final cavó su propia tumba. El demonio, que era la perversión de la trascendencia, como lo reseñó Franco Volpi en su prólogo de “Escolios a un texto implícito”. El estado, que entre más crecía, más disminuía al individuo, y la técnica, una permanente tentación de lo posible, una eterna promesa de lo perfecto.

“El Anticristo es, probablemente, el hombre”, escribió en uno de los aforismos de sus primeros escolios. Luego afirmó, “Hoy no hay por quien luchar. Solamente contra quién”, y explicó algunas de sus sentencias con su interpretación sobre la democracia, “el sistema para el cual lo justo y lo injusto, lo racional y lo absurdo, lo humano y lo bestial, se determinan no por la naturaleza de las cosas, sino por un proceso electoral”. Decía, escribía, pensaba y les repetía a quienes lo visitaban en su casona de la Once con 77 en Bogotá que sólo la muerte era demócrata, que las democracias describían un pasado que jamás había existido y predecían un futuro que nunca se realizaría, que “Los hombres son menos iguales de lo que dicen y más de lo que piensan”, y que “todo individuo con ‘ideales’ es un asesino potencial”.

Solía repetir que “La voz del pueblo… es una voz, y nada más”, y consideraba que únicamente se podían evitar la contaminación y el compromiso en la soledad, “La lucha contra el mundo moderno tiene que ser solitaria. Donde haya dos hay traición”. Él fue un solitario casi de tiempo completo. Gran parte de sus estudios los hizo en su casa, pues los médicos le habían prohibido salir para que no se agravara una neumonía crónica que le habían diagnosticado, con profesores particulares que le enseñaron el latín y el griego, y con quienes debatía sobre Nietzsche, Kant, Jacob Burckhardt, Pascal y Tucídides, entre tantos y tantos. Después, se convenció de que la universidad era una pérdida de tiempo y aprendió francés, inglés, alemán, algo de italiano, algo de ruso, hasta el punto de que varios de los treinta mil o más libros que tenía en su biblioteca estaban en otros idiomas.

Sus amigos y familiares le decían “Colacho”, y de cuando en cuando le hacían bromas por su viejo Volkswagen amarillo, que cada vez rugía más fuerte y en el que parecía no tener espacio. Gómez Dávila sonreía, y en instantes cambiaba de tema. Entonces hablaba, por ejemplo, de los colombianos. “Características del colombiano: imposibilidad de lo concreto; en su manos todo se vuelve vago; falta de moralidad; la noción del deber es desconocida; la única regla es el miedo del gendarme o del diablo; en su alma ninguna estructura moral, ni intelectual, ni social; ignora toda la tradición; sometido pasivamente a cualquier influencia, nada lo marca; nada fructifica, ni dura, en ese suelo de contextura informe, movedizo, plástico e inconsistente”.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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Hernando Vásquez(60694)04 de noviembre de 2025 - 11:44 a. m.
Una linda columna, pero por favor, corrijan el párrafo "...por su viejo Wolkswagen amarillo...", por Volkswagen. Es la marca de los carros alemanes, que significa el carro (Wagen) del pueblo (Volk)
Win(76151)04 de noviembre de 2025 - 05:43 a. m.
Siempre me sorprendes, coterráneo.
Tulio Claudio (70717)04 de noviembre de 2025 - 12:37 a. m.
El "Colacho" Nicolás, el más grande filosofo menor de los colombianos entre 1913 y 1994?: dónde Fernando González, Estanislao Zuleta, Rafael Gutiérrez Girardot, Rubén Sierra, Ñito Restrepo, Salvo Ruiz , Manuel Mejía, Jaime Montoya, José Manuel Arango, Gonzalo Arango, Jaime jaramillo, y Tartarín Moreira ?
Álamo(88990)03 de noviembre de 2025 - 05:47 p. m.
Hummm... ¡Cuidado!!, eso de que " hoy no hay por quién luchar (...)" resulta bastante irresponsable re-citarlo "así por así".¡Claro que siempre habrá por qué y por quienes luchar!: es una obviedad que tala de tajo cualquier 'pensamiento sentencioso' y, por tanto, peligroso. Eso es un "escorio".
Atenas (06773)03 de noviembre de 2025 - 06:03 a. m.
Alguien definió a N. Gómez Dávila como el J. L. Borges nuestro. Y en sendos casos con enfermedades o incapacidades pa valerse por sí mismos, por lo cual se desahogaban en frases sentenciosas y efectistas, como esa última de Gómez D. sobre lo díscolo de nuestra natura y efecto de la anomia q', igual, nos caracteriza. Tener la suerte de poder vivir y trabajar en el extranjero, y en países desarrollados, confirma la tesis del cuasitísico compatriota. Atenas.
  • Win(76151)04 de noviembre de 2025 - 05:39 a. m.
    De acuerdo. Me gustas cuando “piensas positivo”.
  • Gines de Pasamonte(86371)03 de noviembre de 2025 - 08:03 p. m.
    No es es Borges nuestro, es el Friedrich Nietzsche nuestro, tontuela. ¿Ves? Ridículo tras ridículo. ¡Qué pesar!
  • Gines de Pasamonte(86371)03 de noviembre de 2025 - 12:35 p. m.
    Noooooo, anciana atenitas, ¿pensaste que “opinar” extemporáneamente te iba a librar de mis dardos? ¡Qué pendejadistas tan mal escritas y con nulo peso específico, atenitas! No hagas el ridículo en estos temas que no son de tu resorte, y lo sabes. ¡Eso sin contar las mentirillas que todos conocemos! ¡Toca la campana en el geriátrico bogotano donde de verdad resides, de nuevo poposiada! ¡Plop!
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