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Cada palabra es el recuerdo de los recuerdos y nuestros propios recuerdos, aunque no lo sepamos ver. Y es lo que dice y lo que calla, lo que grita y lo que quiere gritar. Y más, mucho más. Es la historia y es la unión de millones y millones de personas que le fueron dando forma a esa historia. Y es un camino, y un recorrer ese camino y superar en el caminar millares de millares de obstáculos y adversidades. Y es un principio y por principio, una etimología. En cada palabra están las vidas de tantos que la pronunciaron, y sus luchas y sus conveniencias. Y sus intereses, y por lo tanto, sus tergiversaciones. Están la pulsión y la razón, unidas de forma misteriosa porque las razones, los pensamientos mas profundos, surgen de alguna pulsión que algunos llamarán misticismo o iluminación o mil cosas más, y otros, dolor o sencilla, muy sencillamente amor.
Cada palabra es un poco lo que somos y nuestro reflejo, y somos en mucho las palabras que elegimos y decimos. “Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa”, como decía Alejandra Pizarnik. Cada palabra es un poema, un testamento, un ajuste de cuentas, un ensayo de vida, un cúmulo de temores, una puesta en escena, una acción, una verdad, y a la vez, una mentira. Cada palabra es una imagen, o decenas de imágenes que se multiplican en millones de otras imágenes que son vida y le dan vida a la vida, y son opciones, preguntas por resolver, enigmas y a la vez, respuestas. Cada palabra es un tiempo, y viene de un tiempo y habla de ese tiempo y de unas modas y de los manuales que en cada tiempo alguien ha querido imponernos. Cada palabra es un beso que nos envuelve, venga del infierno o de un lejano paraíso.
Y es un dibujo y una infinita paleta de colores y una película o una novela y un libro de historia. Cada palabra es la posibilidad de un diálogo. Y es o puede ser o una explosión, que por explosiva acaba por comprarse y venderse y por hacer parte del sensacionalismo que han promovido las redes con sus algoritmos. Cada palabra es un puñal, y al mismo tiempo una flor y una gota que vamos dejando cada vez que la pronunciamos, y que se esparce a nuestra espalda y va haciendo camino. Cada palabra, así sea una palabra que nos disguste o nos duela, es un lazo que nos junta y que va formando otros lazos. Y es un manifiesto, y un poco de salvación y un poco de condena, pero ante todo, cada palabra lleva consigo la certeza de que nada será igual que antes después de que la hayamos soltado.
