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El Caminante

La soledad

Fernando Araújo Vélez
03 de julio de 2021 - 10:54 p. m.

La soledad, múltiples migajas de dignidad y una inmensa suma de triunfos, la gran victoria de sacar a pasear a todas nuestras infinitas personalidades, y con algo de imaginación, charlar con ellas y sobre ellas e ir encontrando las que jamás habíamos visto, la que permaneció oculta por tantos años o la que callaba simplemente porque tenía la razón pero no tenía el arrojo de callar a las otras. La soledad, lo auténtico, lo realmente auténtico, y evocar a cada tanto a Diógenes cuando decía “busco un hombre”, y ser al menos un segundo al año ese hombre que se mira a un espejo y se va descubriendo todos los días más él, menos contaminado, más puro. Ni bueno ni malo según los designios del otro y de todos los otros, ni de los mandamientos de Dios o del Mercado ni de los nuevos dioses de la tecnología, solo él.

Él, su soledad, su desnudez, su pasado, su posible futuro y el sinfín de cadenas que fue aflojando y se fueron cayendo con los días, cadenas a las que algún día llamó amor, cariño, afecto, y cuyo eslabón más fuerte era la dependencia. La soledad, ser uno y ser capaz de ser uno, pese a los siglos de siglos de manuales, órdenes e instrucciones, y al peso cada día más venenoso de la aprobación. La soledad, una elección, la fortaleza de ser coherente con esa elección y la sagrada voluntad de atreverse a escuchar y a escucharse, en el silencio, pese al silencio y más allá del silencio, y después decirse lo que no se había atrevido a decir y lo que sí. Y cantar, y bailar, escribir, declamar, leer o mirar a la nada por el simple gusto de hacerlo, sin que importen los tropezones, las faltas de ortografía, desafinar o perder el ritmo.

La soledad. Estigmatizada, marginada, tergiversada, excluida de las ecuaciones de la felicidad promovidas por los promotores del capital. La soledad, el juego de ser dios o demonio en ella, con ella, y pecar o redimirse e inventar un dios que sea un poco demonio y viceversa y ser testigo de sus conversaciones y sus milagros, y por ahí, en una pausa, preguntarle a uno cuál fue el amor con el que nos amó, cómo fue, y al otro, cuál de tantos fue el pecado por el que nos condenó.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

toribio(27030)03 de julio de 2021 - 11:19 p. m.
Buena frase esa de que no había valor para expresar la idea que se tenía
Usuario(97102)04 de julio de 2021 - 01:19 p. m.
treee-men-do, tremendo...
George(98053)04 de julio de 2021 - 02:49 a. m.
Me acuerdo de la canción de Rolando Laserie "Hola Soledad" que decia. Hola Soledad/ No me extraña tu presencia/ Casi siempre estás conmigo/ Te saluda un viejo amigo/ Este encuentro es uno más.../
Luisa(unsis)05 de julio de 2021 - 02:06 a. m.
Sublime descripción que hace el columnista sobre ese estado que para muchos, infortunadamente, es imposible lograr, gracias.
Eligio(65044)04 de julio de 2021 - 05:46 p. m.
La soledad https://eligiopalacio.com/2020/08/22/la-soledad/
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