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Las transformaciones de Nietzsche

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Fernando Araújo Vélez
04 de agosto de 2024 - 11:10 a. m.
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Nietzsche dijo “Dios ha muerto” y con sus palabras le clavó un puñal al cristianismo. Encendió la polémica, y para destruir aquella frase, sus enemigos se han dedicado durante 130 años a destruirlo a él. Lo han difamado de todas las formas posibles y lo mataron en decenas de miles de ocasiones después de que hubiera muerto dos veces. La primera, de locura. La segunda, por una neumonía. Sin embargo, sus libros, su pensamiento y sus frases siguieron dando vueltas y vueltas por ahí, y se multiplicaron casi hasta el infinito, muy a pesar de la orden de silencio y sangre que algunos impartieron.

Alguna vez dijo que él ya no aspiraba a la felicidad sino a su obra. De alguna manera, su obra era su felicidad. Se aferró tanto a los libros, a sus escritos e ideas, que por su obra lograba olvidar de tanto en tanto sus migrañas, el dolor en los huesos, la acelerada ceguera, el desvarío. Desde niño se entregó por completo a aquello en lo que creía, y si de adulto mató a Dios, en su infancia y durante gran parte de la adolescencia lo veneró. Tal vez su crimen comenzó a gestarse desde la decepción que fue sintiendo cuando comenzó a comprender que nada era como se lo habían dicho.

Él, que se había educado bajo los preceptos de su padre, el pastor Carl Ludwig Nietzsche. Él, que según Werner Ross, uno de sus biógrafos, parecía entrar en trance cada vez que escuchaba El Mesías de Händel, que solía decir que todo era obra de la mano bienhechora y santa de Dios, y que el día de su confirmación le escribió a un amigo, Wilhelm Pinder, “Con la seria promesa entras en la fila de los cristianos adultos que son genios por merecedores del más preciado legado de nuestro Salvador…”, afirmó y subrayó muchos años después que sólo creería en un Dios que “supiese bailar”.

Entonces habló de las tres transformaciones del ser humano. De “Cómo el espíritu se convierte en camello, cómo el camello se convierte en león, y cómo el león, por fin, se convierte en niño”.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
Conoce más

 

Yesid(xq8m1)05 de agosto de 2024 - 10:25 p. m.
Y la ciencia lo remató, El bosón de Higgs: "Cuando la gente me pregunta si Dios creó el universo, les digo que la pregunta en sí misma no tiene sentido", afirmó Hawking en un video para Discovery Channel. "Para mí, la solución más simple es que no hay Dios, nadie creó el universo y nadie dirige nuestro destino", sentenciaba.
Servio(24139)05 de agosto de 2024 - 07:41 p. m.
La posición filosófica de Federico Nietzche se entiende mejor, si conocemos el contexto en el que escribió, especialmente la posición de la iglesia y su maridaje con el estado.
Jesús(90019)05 de agosto de 2024 - 02:05 p. m.
Dios sigue siendo el consuelo de los mediocres.
Chirri(rv2v4)05 de agosto de 2024 - 09:55 a. m.
Si Dios existe, ya eso no preocupa al tarro neuronal como en tiempos de las cavernas sin aire acondicionado ; lo importante es que baje el costo de vida, namá,
Javier(qfigf)05 de agosto de 2024 - 03:41 a. m.
Hablar de Nietsche y su obra es adentrarse en la filisosofia compleja y poco entendible de su pensamienro y cuando escribió que dios estaba muerto quizas estaba repudienado a ese cristianismo falaz y mezquino de ayer y hoy
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