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“Lo que no se ha escrito antes de ninguna mujer”: Dante Alighieri

Fernando Araújo Vélez

27 de abril de 2025 - 06:10 a. m.

“No menos que el saber me place el dudar”, escribió Dante Alighieri a  principios de los años mil trescientos y tantos, y más que haber sabido, dudó, y más que certezas tuvo incertidumbres, y sus escritos, “La vida nueva” y “La comedia”, que Giovanni Boccaccio cambió luego por “La divina comedia”, “La monarquía” y “El convivio” entre varios, estuvieron repletos de interrogantes que se abrían y que llevaban a otro y a otros interrogantes. “En medio del camino de nuestra vida, / Errante me encontré por una selva oscura, / porque mi ruta había extraviado”, aclaró al comienzo de su “Comedia”, y desde allí se precipitó a la vida, a los campos de la vida y a sus dudas y a lo irremediablemente humano en busca de algún paraíso. Sobrevivió. 

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De la mano de Virgilio, uno de sus poetas predilectos, atravesó el limbo, la lujuria, la gula y la avaricia, la ira y la pereza, la herejía, la violencia, el fraude y la traición, que fueron los nueve círculos de su Infierno. De alguna manera, él mismo había padecido a los humanos con sus ansias de dominio y sus compras y ventas de poder y sus vanidades, y había sido condenado al exilio por personajes que sacaron certezas jamás comprobadas de oscuros testimonios sobre sus traiciones y alguna que otra malversación de fondos cuando él trabajó como diplomático. Dante, que en realidad había sido bautizado como Durante di Alighiero degli Alighieri, les escribió, esta vez sin dudas, “Vuestra avaricia entristece al mundo, pisoteando a los buenos y ensalzando a los malos”.

En su “Commedia”, a la que llamó así porque tenía un final feliz, Dante ponía en duda la condena del pecado, o más que la condena, el verdadero efecto del pecado. Por la virtud, su contracara, por fin y luego de viajar por los nueve círculos, llegó al Paraíso, que no estaba determinado ni por la política ni por la iglesia ni la ciencia, sino que era ante todo el amor, su manera idealizada y espiritual de concebir el amor de la mano de su amada imposible, Beatriz Portinari, a quien solo vio dos veces en su vida, como relataron los cronistas de aquel tiempo. La primera fue a los nueve años, y la segunda, pasados otros nueve, mientras ella caminaba por una calle de Florencia con unas amigas y lo saludó. 

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Seis años más tarde, Beatriz falleció. Era el año de 1290. Dante, que la describió y cantó en “La vida nueva”, y que vertió allí parte de su infinito pesar, aseguró en el capítulo final que no volvería a mencionarla hasta que lograra plasmar “lo que no se ha escrito antes de ninguna mujer”. 

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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