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Para caminar por nuestra cuenta

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Fernando Araújo Vélez
10 de marzo de 2024 - 02:10 a. m.
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Sin un pénsum establecido, sin guías ni manuales que lo lleven a uno a ser una simple e intercambiable pieza de alguna inteligencia artificial, me pierdo y me encuentro buscando ideas para una clase. Que esa clase sea única, irrepetible, llena de fuerza, de claroscuros, de explosiones y de tonos medios. Que esté condimentada por conversaciones en las que ir descubriendo sea el gran propósito, sin que los distintos colores, dioses o ideologías sean barreras para ir en busca de alguna verdad, e ir siempre en busca de una verdad, aunque sepamos muy bien que no hay muchas verdades, y que esas que podamos llamar como tales sean el camino, un camino que no se acabe jamás.

Que cada paso sea una duda, que cada duda sea el comienzo de un hallazgo, y que le sonriamos a la vida por cada hallazgo y con cada hallazgo, sin que nos importe demasiado si ese hallazgo nos conviene o no, o si nos gusta, o si es vendible o nos da poder o nos lo quita o es la felicidad. Que la felicidad, nuestra felicidad, sea una suma de felicidades y una elección, y que en esa ecuación no haya espacio para que seamos elegidos, y si por alguna debilidad tan humana nos dejamos elegir, que sea porque se nos adelantaron y nos quitaron la palabra “acción” de la boca. Que seamos bocas para decir más que para repetir, y para reírnos de nosotros y besar, mucho más que para morder.

Que las ideas para cada lección de cada clase sean ideas, y como ideas, que siempre se vayan transformando. Que esas transformaciones surjan del permanente roce de los extremos, del debate y la discusión, e incluso de las contradicciones. Que las discusiones no sean para ganar o perder, sino para comprender, aun si nos toca aplaudir a nuestro enemigo porque tenía razón, desbaratar los cimientos de nuestras más arraigadas creencias, o admitir que toda la vida estuvimos equivocados sobre eso, sobre esto o aquello. Que las tareas de cada día sean trabajos para aferrarnos a nuestros procesos, desentrañarlos y aprehenderlos, no para que haya calificaciones, y que al final podamos decir, gritar, que podemos caminar por nuestra cuenta.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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Victoria(05386)10 de marzo de 2024 - 08:13 p. m.
Conmovedora columna. Como docente, me siento interpelada. Gracias.
Rosa(57807)10 de marzo de 2024 - 05:38 p. m.
Que bien ser capaz de aceptar que no tenía la razón, como hizo la humanidad con la idea que la tierra no era plano ni que el sol giraba al rededor… ser capaz de aceptar al otro, su idea y mi error o equivocación! Tiempo para aprender.
ANA(11609)10 de marzo de 2024 - 03:34 p. m.
Como siempre, bella columna. Que bueno reconocer que el otro tiene razón y mejor aún, que yo me equivoqué.
Manuel(9808)10 de marzo de 2024 - 03:22 p. m.
Conocemos el mundo como nunca, pero el hombre quiere seguirse ignorando bajo la sombra de su imaginación y su pusilanimidad. Afortunadamente empiezan a verse luceros en la tenebrosa oscuridad humana, que, aunque débiles son luceros autónomos con capacidad de mostrar el camino abandonado desde la creación del hombre hasta el desastre de hoy. El gregarismo racional como lo conocemos no ha sido la mejor vía.
alexandrs(m841l)10 de marzo de 2024 - 03:03 p. m.
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