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Residuos de odio

Fernando Araújo Vélez

11 de diciembre de 2021 - 05:32 p. m.

Más de una vez pasé de las pantallas y los teclados al papel y la tinta para tratar de entender, a través de mi letra de antes de la guerra, cuidando cada palabra y cada coma a mano, como mejor las puedo cuidar, si mis sentimientos estaban compuestos y determinados por razones y saberes, o si la magia de sentir había surgido sola, y más de una vez concluí que más que nada, esos sentimientos fueron consecuencia de otros sentires del pasado, y esencialmente, de los pensamientos que tuve y que fueron cambiando según la vida y las caídas de la vida y las conversaciones en la vida, y de las lecturas y una infinita sucesión de pequeñas victorias, detalles, caminos y andares, observaciones y decisiones.

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Lo que en un principio eran sensaciones, que luego fueron sentimientos y mezclas de unos y otros, con el correr de los años se fueron transformando en la medida en que el mundo y los hombres, la humanidad, empezaron a aparecer, se me mostraron con todo su peso y me llevaron a descubrirlos. En ese quitarles sus múltiples velos, comencé a percibirlos como un borroso conjunto de cosas y sonidos que luego empecé a definir, a punta de pensamiento y de razón, de querer saber. Después elegí, y después de ese después, intenté comprender. Cada comprensión influyó en lo que sentía, lo cambió, e incluso, lo multiplicó. El amor y el odio, y la vanidad, la envidia, la mezquindad y la bondad, y la solidaridad y la honestidad fueron cambiando a partir de aquel entender.

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Y entender se volvió un principio. Y por entender, fui llegando a la conclusión de que el odio, por ejemplo, casi siempre surgía de mis propias debilidades, o de hechos y personajes lejanos que no lograba evaluar pues me hacía falta mucha información, por no decir que toda. Comprendí que no había un odio, El Odio, sino miles de miles de odios y que todos podían ser apaciguados si los entendía y lograba descubrir su origen, que la mayoría de las veces era muy, muy pequeño, un ínfimo detalle. Comprendí también, y por encima de todas las cosas, que si lograba desmenuzar esos odios, minimizarlos, siempre iba a tener allí, muy a la mano, la voluntad de decidir qué haría con los residuos de odio que quedaran y actuar, y que lo mismo valía para todos los demás sentimientos.

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Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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