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Sartre: De la amabilidad de los nazis en París a la renuncia del Nobel

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Fernando Araújo Vélez
26 de octubre de 2025 - 11:10 a. m.
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Sartre había dicho y escrito una y mil veces durante la ocupación nazi de Francia durante la segunda guerra mundial que la gente se había acostumbrado a la presencia y el poder de los alemanes, hasta el punto de que ya no los veía como una amenaza o el enemigo. La amabilidad impuesta y estudiada de los soldados de la Wehrmacht era una estrategia, y fue determinante para que millares de franceses, desde intelectuales de distintos pelambres y colores, hasta empresarios, políticos y estudiantes, se aliaran a ellos. “Los alemanes no se paseaban, revólver en mano, por las calles. No obligaban a los civiles a abrirles paso en las aceras. Ofrecían asientos a las ancianas en el metro” y eran especialmente amables con los niños, escribió Sartre en su texto “París bajo la ocupación”.

La amabilidad, la falsa ternura, la actuada compasión, los diminutivos, las sonrisas de ocasión y para todas las ocasiones, llevaron al pueblo y a la gente del día a día a la pasividad. Palabras más, palabras menos, la corrección de los agentes del ejército nazi derivó en corrupción, sostuvo Sartre. El miedo era corrupción. La inacción era corrupción. Incluso, las ideas que habían guiado a los intelectuales y a los artistas antes de la guerra se habían corrompido. Ya no eran las ideas por las ideas, sino las ideas por defender un estado de cosas. París y la Francia ocupada se volvieron centros de posibles delatores. La delación, la denuncia, siempre anónimas, fueron las cartas de salvación de los viejos amigos, de los vecinos, de los lejanos familiares y de los desconocidos. Todos podían ser culpables de algo. Todos eran sospechosos.

Y todos eran “los otros”. Los delatores y los inocentes, los colaboracionistas y los alemanes. Sartre escribió en su obra de teatro “A puerta cerrada”, estrenada en el Vieux-Colombier de París en 1944, “El infierno son los otros”. En un principio, la había titulado “Los otros”, pero con uno u otro título y en el fondo, la obra relataba aquella necesidad vital de engañar al otro, a todos los otros, que se multiplicaban día a día. Una mirada de más, un gesto equivocado, una palabra mal pronunciada o un silencio en el momento menos adecuado podían hacer que cualquiera acabara en un campo de concentración. Los delatores estaban en todas las esquinas, en las plazas, en los pasillos de los edificios, en los hoteles y en los restaurantes, en las iglesias, en los cafés y los teatros.

No era raro que ellos mismos terminaran siendo delatados, dentro de un corrupto sistema de denunciados y denunciantes que minó la confianza en los otros. Desde 1945, Jean-Paul Sartre escribió contra la pasividad y los delatores, contra los intelectuales comprometidos con las fuerzas y el régimen alemanes y contra la “Guerra Fría” en “Tiempos modernos”, una revista que fundó con algunos de sus amigos precisamente para combatir la opresión y la exclusión, aunque hubo quienes desde la orilla de las resistencias radicales lo tildaron de poco claro. Con “su” claridad, en 1964 renunció al Premio Nobel de literatura. Entre otras cosas, dijo que no quería ser “transformado” por un premio y que no se iba a prestar a hacer parte de una de las instituciones más reputadas de Occidente, y siguió escribiendo desde “su” libertad.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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Win(76151)28 de octubre de 2025 - 03:53 a. m.
Excelente!
Tulio Claudio (70717)27 de octubre de 2025 - 01:59 p. m.
4. en esta época de barbarie del homo saspìens que recuerda al inventor del premio nobel después de haber descubierto la dinamita; Jean Paul Sartre, muy amigo de "el hombre rebelde" de Albert Camus, porque gozaba viendo a Sísifo subir y bajar la colina de un hombre con un bulto de arena a la espalda, durante toda la vida como si nada, y de su muerte gloriosa en un estùpido accidente de tránsito poquito después de haberse encontrado con el premio Nobel sin buscarlo.
Tulio Claudio (70717)27 de octubre de 2025 - 01:44 p. m.
3. o la de Albert Camus con la estupidez y el absurdo de "el extranjero" cocinándose en la más profunda soledad de la sinrazón; o como amante carnal de Simone de Beauvoir con su segundo sexo en plena risa boreal, fundacional de un feminismo antropológico y risueño, que habría de degenerar con el tiempo en una guerra antipatriarcal por encima de la lucha de clases y del mismo nazismo. La guerra de la amabilidad fascista cuando la toma de París y el comportamiento de los intelectuales y artistas
Tulio Claudio (70717)27 de octubre de 2025 - 01:23 p. m.
2. la camaradería entre los nacionales apátridas y los nacionalistas convencidos pero silenciosos y temerosos de los fantasmas racistas de los judíos recurrentes en las esquinas. hoteles, hogares , amigos vecinos y familiares... una época tan dura que no daba más sino para que floreciera el existencialismo y el absurdo en plumas tan brillantes como de la de Sartre con el "infierno de los otros", delatores extendidos por todas las parte de París,
Tulio Claudio (70717)27 de octubre de 2025 - 01:12 p. m.
1. Desde que Sartre se negó a recibir el premio nobel de literatura, se consagró como el ser y la nada, tratando de darle fuego al existencialismo mas sofisticado y dialéctico que se haya conocido durante la segunda guerra mundial, cuando Francia fue invadida por la simpatía y la amabilidad del fascismo ordinario y humano de los soldados Hitlerianos, escenario que se prestó para comprobar el comportamiento de la lealtad y la infidelidad de la intelectualidad existencialista,
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