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El Caminante

Sin terminar

Fernando Araújo Vélez
05 de febrero de 2022 - 10:51 p. m.

Más de una vez mis deseos por ser parte de una historia, por querer vivirla, palparla, inventarla, fueron más fuertes que aquellos que me impulsaron a terminar una obra. Entonces dejé una película a medias, solo por la emoción de jugar a ser uno de los personajes de la película. O cerré una novela en una página cualquiera solo porque en un párrafo el autor escribió algo que me estremeció, y preferí rumiar y rumiar lo escrito aunque no lo entendiera muy bien, y en ocasiones porque no lo entendía muy bien, antes que continuar. El otro día me ocurrió con un texto de Haruki Murakami que salía en una de las primeras páginas de su libro “De qué hablo cuando hablo de escribir”.

El medio párrafo decía: “No teníamos televisión, ni radio, ni tan siquiera un despertador. Apenas podíamos calentarnos las noches de invierno y nos apretujábamos con los gatos para al menos entrar en calor. También ellos, la verdad, se acercaban desesperados a nosotros”. Por los gatos, que en parte me recordaron a los de Julio Cortázar y a uno en Rayuela que no decía nada, y por las imágenes, que decían tantas cosas sin necesidad de adjetivos o signos de admiración, las palabras de Murakami me dejaron mirando hacia el infinito y pensando en cosas aún más allá de ese infinito. Por varios días medio escondí el libro en un rincón, como si el mundo se hubiera detenido en la escena de los gatos.

No quería salir de mi embrujo. No quería terminar. De muchas maneras, pensaba, terminar lo que fuera se fue convirtiendo cada vez más, año tras año, en un paso al vacío para mí, un morir en pequeñas dosis, porque luego de terminar no había nada. El triunfo, por ejemplo, el éxito, y el premio y el llegar y el amor consumado y todo aquello de las metas y las concreciones me llevaban a un complejo estado de inacción, a una profunda forma de desmotivación. Los libros, las canciones, las historias, el teatro y las películas, también, por supuesto. Terminarlos era casi como una muerte. Dejarlos a medias, en cambio, siempre me pareció el más digno de los finales de una obra.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

alejandro(09067)06 de febrero de 2022 - 01:55 p. m.
Este escritor es genial-
Magdalena(45338)10 de febrero de 2022 - 01:50 a. m.
Las experiencias de los lectores y su relación con el libro que leen hace a veces parte del juego de la historia.La que usted ha experimentado con Murakami ,nos han ocurrido a muchos.A mi me ha sucedido ,leyendo a Orson wells pues me desesperan sus personajes.
Juan(5em28)06 de febrero de 2022 - 01:48 a. m.
Y está columna no ha muerto. Gracias señor Fernando.
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