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Solo basta una chispa

Fernando Araújo Vélez

16 de marzo de 2024 - 09:10 p. m.

Y aunque uno solo tuviera un par de panes para comer y una tibia sopa para calentarse, una frazada y un maletín y algunos cuantos libros y cuadernos y lápices, siempre tendría la opción de imaginar. Imaginar y recordar y profundizar. Desbaratar, remendar, construir, crear. Inventar, sacar de uno a un alguien distinto, y tejer con ese nuevo alguien decenas de cuentos con osos que hablan, perros y gatos que bailan y místicos caballos que cantan, y dos o tres relatos sobre dos amigos que basan su amistad en crear cuentos y solo cuentos, y que cuando creen que ya lo han dicho todo, se dan fuerza para construir un nuevo cuento evocando a José de Saramago y diciendo, como él, “Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada”.

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Imaginar, saber que siempre puede uno recurrir a la imaginación, y después, despertarse cada mañana con la voluntad de imaginar. Imaginar, muy a pesar de que por momentos uno se crea, que ya no tiene nada que imaginar, y pese a que precisamente, por no imaginar, se deje llevar por las eternas y pesadas noticias del día. Imaginar, rescatar de la nada o de la poquedad el simple pétalo de una flor, que por imaginar, luego será flor, y después, mata, y luego árbol, y más tarde, pradera. Imaginar que dentro de uno están todas las praderas, con sus seres y sus encuentros y desencuentros, y que uno es el pasado, la historia y el germen de cientos de historias, los caminos que se cruzan, el presente y el porvenir. Y también la nada.

Aunque uno se sienta derrotado, siempre tendrá la opción de buscar una diminuta chispa que encienda el gran poder de la imaginación. Solo basta una chispa para que de ella surjan unos cuantos duendes y otras tantas hadas, algún monstruo que sea digno del relato, y para que haya caídas y levantadas, que son vida y sobre todo vida, y el comienzo de la convicción de que como decía Rainer María Rilke: “Toda vida es vivida”.

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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