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El Caminante

Tanto peso envenenado

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Fernando Araújo Vélez
17 de septiembre de 2022 - 11:35 p. m.
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Casi todas las mañanas, cuando salgo al parque a correr cinco, siete metros más que el día anterior, me encuentro con alguien que me recuerda cómo solía hacer bromas sobre quienes madrugaban a hacer ejercicios, citando de cuando en cuando una especie de contramanual de trotes y carreras que Vargas Llosa había escrito en Los cuadernos de don Rigoberto. Yo mismo me asombro de mis transformaciones. A veces ni me reconozco cuando me miro al espejo, y a quien de vez en cuando me recuerda aquel que fui, suelo decirle que al paso que voy, no tiene nada de raro que algún día, por boca de boca de boca, se entere por alguien de que me he ido al Tíbet, o a convivir con una exótica tribu de caminantes a orillas del Orinoco, y que estoy cada vez más liviano.

Al paso que voy, voy cada día más despacio, y quiero exprimir esa lentitud y llenarla de nuevos pensamientos, poniendo sobre el tapete mis viejas y no tan viejas certezas para examinarlas al detalle. Descubrir su génesis, contrastarlas, y si son solo creencias construidas sobre otras creencias e informaciones falsas y fáciles sentimientos, destruirlas, y entre sus escombros comenzar a construir otros teorías, para examinarlas también y borrarlas luego si es necesario. Al paso que voy, pretendo depurar de emociones, afectos, magias y nocivos activismos todas mis conclusiones, para llegar al sublime instante de sentirme pleno solo por comprobar que algo que pensaba estaba sujeto a falsos y oxidados alfileres.

Al paso que voy, voy poniendo en seria consideración la posibilidad de olvidar casi todo lo que he leído para vaciarme de las amañadas informaciones que hay detrás de prácticamente todos los libros y periódicos que he comprado en estos últimos tiempos, de las opiniones sustentadas en mezquinas conveniencias, y sobre todo, de las verdades construidas más por el odio, el poder, las vanidades y las riquezas de sus autores, que por el interés de descubrir una verdad, la verdad por la verdad. Luego, vacío, descontaminado hasta donde logre descontaminarme, elegiré unos cuantos libros y suplementos y los leeré una y otra vez, consciente de que jamás podré aprehender todas las ideas allí plasmadas y de que ese imposible me llevará a volver a leer y a volver a borrar, en un eterno retorno para el saber.

Entonces respiraré con la mayor profundidad y daré un par de pequeños brincos para comprobar la liviandad que se siente cuando uno ha eliminado tanto peso envenenado.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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