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El Caminante

Tomar a pedir

Fernando Araújo Vélez
03 de octubre de 2020 - 10:02 p. m.

Ayer volví a poner en mi viejo tocadiscos aquella aún más vieja canción de Serrat que decía por ahí “prefiero tomar a pedir”, y mientras la escuchaba, recordaba antiguas historias de amores, de olvidos, ilusiones, desencuentros y borracheras marcadas por aquellas cuatro palabras, cuando empecé a convencerme de que la vida debía girar en torno del tomar y no del pedir.

Y por tomar, tomé, creyendo que tomar era echarme en el bolsillo del saco un cenicero o una estilográfica. Y por tomar, tomé una que otra vez gastados billetes de dos pesos u oxidadas monedas de a peso que me encontraba en la casa. Tomé para no pedir, convencido de que la frase de Serrat era una Verdad, así, en mayúsculas, como todas las frases que salían de los discos o de los libros.

Y transcurrieron los años. Los discos pasaron por un tiempo a ser olvido, y luego se volvieron reliquias. Yo los seguía poniendo en el mismo tocadiscos de tantas ocasiones, ajeno a las etiquetas que las modas les colgaban, y volvía a Serrat y a sus canciones y sus frases, y a aquella de “prefiero tomar a pedir”, que me daba fuerzas y me abría un interminable boquete de dudas. Cada vez que la oía le encontraba un nuevo significado. El tomar se agrandó, y pasó de ser moneda y billete y cenicero, a volverse un principio de vida.

Tomé de la gente, de los amigos y de los no tan amigos. Tomé de otras canciones, tomé de los libros, de las conversaciones, de las películas, y me impuse la férrea tarea de no pedir, más allá de que pedir se hubiera vuelto una costumbre que se iniciaba con los gobernantes, que solían irse de gira a Europa, Asia y Estados Unidos a pedir, y por lo mismo, a sentirse orgullosos de que les dieran.

Tal vez yo fui orgulloso por no pedir, o por pedir lo menos posible, sí, aunque jamás pude discernir cuál era la línea que separaba el orgullo del amor propio, o la dignidad de la soberbia. Igual, lo importante con la canción nunca fuimos ni yo ni mis disquisiciones personales, sino la frase del tomar y pedir y sus implicaciones en las nuevas sociedades y sus nuevos comportamientos.

Ayer, luego de ponerla una vez más, y de tararear por debajo de la voz de Serrat, y de sentirme parte de su orquesta, comprendí que fuera de honrar valores de otros tiempos y de ser una muestra de debilidad, pedir era darle poder al que se le pedía, y por lo mismo, mantenerlo en su pedestal y depender de su voluntad, de su supuesto buen juicio y de su aún más supuesta generosidad, y era, a la larga, deberle un favor, y que los favores alguna vez y en un tiempo eran tomados como un atentado contra la libertad.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

Mauricio(24381)04 de octubre de 2020 - 01:56 p. m.
Pedir supone también respetar el derecho de otros, reconocer el trabajo y mérito de los demás.
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