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En busca de lo ignorado

Fernando Barbosa

15 de junio de 2021 - 10:30 p. m.

Vivimos en una cultura que exalta el conocimiento y el éxito y que castiga la ignorancia y el fracaso. Hoy, cuando todo está patas arriba, he recordado tres lecturas. El maestro ignorante, de Jacques Rancière; Agnotology, de Proctor y Schiebinger, y Se busca: director ejecutivo de ignorancia, de David Gray. El primero plantea que el mejor perfil de maestro corresponde al de aquel que desconoce el tema. Bajo esta premisa podrá enseñar sin sesgos ni predisposiciones: propiciará mentes abiertas. El segundo escudriña sobre los mecanismos culturales que fomentan y profundizan la ignorancia; por ejemplo, la propaganda. Y el tercero, que es un artículo de Harvard Business Review, plantea la utilidad de un funcionario que identifique lo que las organizaciones no conocen, la nesciencia.

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Antes un emprendedor ponía sus fichas sobre la mesa para diseñar su estrategia. Hoy, con el mundo al revés, eso no funciona: no existen las fichas y no hay mesa. En tal sentido resultaría útil acudir a la lógica de un CIO, es decir, de un Chief Ignorance Officer. Además de lo que desconocemos, son muchas las cosas que ignoramos a propósito. Por ejemplo, a muchos les aterra hablar de la vejez, del deterioro, de la muerte. Son temas tabú que escondemos bajo la ignorancia que alimentamos a diario. Igual sucede con los fracasos. Nos embelesamos con los triunfos, los escudriñamos, tratamos de encontrar respuestas y luces en ellos mientras dejamos de lado, con desprecio, una fuente muy rica de enseñanzas que son los reveses y las bancarrotas. Dentro de nuestro medio, no hay nadie más incómodo que el que pregunta lo que no se debe preguntar, el que hace las preguntas difíciles, el que averigua y señala las debilidades o fallas, el que actúa como abogado del diablo. Cuando se atreve a intervenir es puesto de lado porque se le considera pesimista o ave de mal agüero. En esta época, sin embargo, podría ser de excepcional ayuda.

Nuestra cultura y nuestra educación propician que la dirección del país, de las empresas, de la sociedad, se haga bajo la guía de un espejo retrovisor. Mientras nos refugiamos en lo conocido, en el pasado, el pánico de mirar el horizonte nos apabulla. Pero hemos llegado a un punto, con este quiebre que experimentamos, en el que requeriremos de las luces de quien logre revelarnos lo que ignoramos para guiarnos hacia nuevas soluciones. Si insistimos sólo en mirar atrás para reconstruir lo que ha caído en el infortunio o para identificar y definir soluciones, correremos el riesgo de diseñar iniciativas añosas como la del “proyecto de ley de solidaridad sostenible”, que logró alborotar el avispero.

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Desde otro ángulo, el de los efectos del cambio climático, la ignorancia se nos sigue infiltrando por las venas y no reaccionamos: “Eso a nosotros no nos tocará”. Sin embargo, cuando se rescata el tema de las garras de la ignorancia inducida, se producen cosas como esta que ayudan a hacernos evidente lo evidente. Epicurious, un sitio en internet dedicado a las recetas de cocina, hizo un anuncio sorprendente el pasado 26 de abril: “Hemos eliminado la carne de res. La carne de res no aparecerá en las nuevas recetas, artículos o boletines informativos de Epicurious. No aparecerá en nuestra página web. Estará ausente de nuestro portal en Instagram”. Con este señalamiento, además de sumarse a la tendencia que busca construir un mundo sostenible, esa decisión nos anima a cambiar de chip para facilitarnos la identificación de todas las formas de manipulación que ejercen sobre nosotros la propaganda comercial y, por supuesto, la política.

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