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A mano alzada

Takaichi Sanae: entre Hiroshima y Kyoto

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Fernando Barbosa
22 de noviembre de 2025 - 05:05 a. m.
“Takaichi Sanae fue finalmente elegida el 21 del mismo mes por la Dieta como la primera mujer jefe de gobierno de Japón”: Fernando Barbosa
“Takaichi Sanae fue finalmente elegida el 21 del mismo mes por la Dieta como la primera mujer jefe de gobierno de Japón”: Fernando Barbosa
Foto: EFE - EUGENE HOSHIKO / POOL
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Después de haber sido nombrada líder del PLD (Partido Liberal Democrático) el pasado 4 de octubre, Takaichi Sanae fue finalmente elegida el 21 del mismo mes por la Dieta como la primera mujer jefe de gobierno de Japón. El último tramo del proceso tuvo sus sobresaltos a partir del retiro del Komeito como socio de una coalición partidista que ya llevaba 26 años, revuelo que fue sorteado con una nueva alianza con el joven Partido Japonés para la Innovación –JIP, por sus iniciales en inglés–, que fortalece el bloque ultraconservador del nuevo gobierno, así no le proporcione las mayorías necesarias para una gobernanza cómoda.

El antecedente inmediato de este remesón se originó en la renuncia del anterior primer ministro Ishiba, quien de esa manera asumió el costo político por haber perdido las mayorías en la última elección para la Cámara Alta el pasado 20 de julio. Las mayorías en la Cámara baja ya se habían desaparecido un año antes. Pero el problema viene de muy atrás.

El milagro japonés tuvo un andamiaje muy eficiente que lo propició. Fue la decidida coordinación entre la burocracia muy profesional del gobierno, los cuadros del PLD, los empresarios y la banca. Todo eso se vino abajo con el escándalo que estalló en 1989 y que forzó la salida del entonces primer ministro Takeshita. Los impactos que se generaron en todo el sistema han llevado a un desvanecimiento del milagro y la prosperidad. Y todo ello con los consabidos costos políticos y sociales. Solo para nombrar dos ejemplos: los ingresos de los japoneses en términos reales en las últimas tres décadas se redujeron y causaron una disminución de la clase media; y, de otra parte, la pobreza aumentó. Y a esto hay que sumarle una novedad: la inusual caída del apoyo de los jóvenes al PLD que parece estar convirtiéndose en una cuenta de cobro.

El primer sacudón se dio en 1994, cuando el PLD tuvo que cederle el paso en el gobierno al Partido Socialista en cabeza de Murayama Tomiichi (quién falleció el pasado 17 de octubre). Tengo fresca en la memoria el anuncio que hizo la presidente de la Cámara Baja, la señora Doi Takako, proclamando el triunfo de su copartidario. Si bien soplaron vientos de esperanza, pronto sucedió algo similar a lo acontecido con el gobierno socialista entre 1947-48. Del gobierno Murayama, que solo duró 18 meses, quedará el recuerdo de sus valientes declaraciones frente a los actos de guerra japoneses en Asia durante la segunda guerra. Pero, al igual que en los 40, estos meses terminaron sirviendo de puente al PLD para reacomodarse internamente. No obstante, hasta hoy en día es la mecánica del juego de poder interno la que ha prevalecido sobre las urgencias del gobierno. En pocas palabras, la crisis continúa.

Con tal telón de fondo, he tratado de conectar la actual situación de la PM Takaichi con el título de esta nota que es el tema de un escrito de Kawabata en el que se pronunció sobre las críticas recibidas a raíz de su viaje a Hiroshima en 1949, que fue seguido por una visita a Kioto.

Dice el escritor: “Me pregunté si no era culpable de una contradicción por haber ido a ver los lugares de interés y el arte antiguo de la antigua capital en mi camino de regreso de las terribles ruinas dejadas por la bomba atómica en Hiroshima. Reflexioné sobre esto a fines del año pasado y nuevamente esta primavera. Pero yo no puedo pensar que haya habido ninguna contradicción involucrada. Después de todo, soy la misma persona. Quizás Hiroshima y Kioto son los dos extremos de Japón hoy. He estado examinando dos lugares tan dispares al mismo tiempo y me gustaría examinarlos aún más cuidadosamente. No hace falta decir que mirar objetos de arte antiguos no es un pasatiempo o una diversión. Es una cuestión de vida o muerte”. (Keene, D. Dawn to the West, 1984: 827).

Pues bien, ahora transitamos por una situación de contradicciones similar que eventualmente también podríamos esquivar. Ante un sistema político resquebrajado, aparece una mujer que podría representar la esperanza del cambio que se hace necesario. Sin embargo, una mirada detenida sobre los votos dentro del PLD que eligieron a Takaichi y poco comentados, demuestra una gran fragilidad del partido, muy dividido, y de su nueva líder. Son problemas de los sistemas electorales que a veces nos ocultan la verdad. Pues bien, ante estas ruinas ocultas, la respuesta ha sido un giro a lo que probablemente será un populismo ultraconservador: dejemos atrás la debacle y tranquilicémonos con el pasado que no ofrece riesgos. El meollo está en que la oposición también sufre de debilidades, de fraccionamiento y de construcción de propuestas.

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