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¿Cuál capitalismo?

Fernando Carrillo Flórez

09 de febrero de 2010 - 09:28 p. m.

CANTAR CUATRO VERDADES EN EL Vaticano del capitalismo —el Foro económico de Davos— hubiera sido tarea fácil para Lula.

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Sacar como lección de la crisis que sin la intervención del Estado todo habría colapsado y que debe reconstruirse el sistema, era lógico para un ministro de Hacienda chino o indio. Pero quien lo hizo fue quien ganó las elecciones en 2007 como la versión francesa de Margaret Thatcher, lo cual debe hacer rabiar a cualquier neoconservador que lo tenga como ídolo.

El malo del paseo es ahora el mercado. El Presidente francés dijo en Suiza que esta es una crisis de la desnaturalización del capitalismo; que la economía debe estar al servicio del hombre, como medio y no como fin. Porque mientras en las estadísticas aumentaban los ingresos, en la calle la gente veía el aumento de las desigualdades. En búsqueda de un liderazgo europeo, Sarkozy aparece hoy más impregnado de Stiglitz, Sen y Morin al abogar por una reflexión sobre los asuntos económicos en clave ética. El capitalismo y la economía de mercado sólo se salvarán si se restaura su dimensión moral.

Detrás de esto hay una Europa golpeada por la crisis, a diferencia de Asia y aun de Estados Unidos. Frente al ocaso europeo que no encuentra aún una sola voz política pese al Tratado de Lisboa, se perfila una comunidad internacional ahora más basada en alianzas que en supremacías, ya no sólo definida por los valores occidentales y protagonizada por las potencias económicas emergentes como los BRIC, con un músculo político en ascenso.

Sin embargo, el debate central del oráculo de Davos fue sobre la salida de la crisis y el cuándo comenzar a retirar los estímulos fiscales, es decir, cuándo empezar a retirar la mano pesada del Estado. Pero el crecimiento del gasto público viene de atrás, incluso promovido por gobiernos alérgicos a un Estado grande que sacralizaron el mercado, para no mencionar aquellos que hacen populismo autoritario desde la radicalidad del otro extremo.

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Ahora, la palabra clave a nivel global es Regulación con R mayúscula. Porque la ausencia de regulación financiera o la inadecuada regulación fue una de las causas inmediatas de la crisis y eso ya nadie lo controvierte. El G20 muestra voluntad política para iniciar un diálogo global y coordinado entre políticos, reguladores y banqueros para recuperar la confianza perdida. Tiempo para el derecho y la alta política.

Por cuenta de la crisis, la capital financiera del mundo pasó de Nueva York a Washington, y a nivel local, de Shangai a Pekín y de Sao Paulo a Brasilia. Europa parece sonámbula, los BRIC se crecieron como protagonistas de la globalidad y el capitalismo de Estado ha mostrado que la autoridad pública regresa como principal actor económico. Y aunque la incertidumbre económica va quedando atrás, vendrá la incertidumbre política en medio de un fenómeno que dejó de ser cíclico y se volvió estructural: el desempleo.

Asuntos todos que deberían tener implicaciones inmediatas sobre nuestra política exterior, las propuestas económicas de los candidatos en materia de modelos de crecimiento, el espacio a encontrar en la globalidad y sobre el tipo de Estado regulador a construir para las próximas décadas. Pero seguimos enlodados en otro tipo de incertidumbre política.

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*Las opiniones expresadas son del autor y no de la institución para la cual trabaja

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