El número se redujo en un dígito, porque el exfiscal Barbosa juzgó finalmente que su desprestigio en ese cargo no le daba para tanto y retiró su nombre. Igual deberían hacer otros exfuncionarios, exalcaldes, exgobernadores, exministros, exparlamentarios, investigados por corrupción, para ir purificando la variopinta parrilla de precandidatos.
Por otra parte, la estampida de precandidatos comprueba el fracaso de los partidos políticos tradicionales y los que se fueron desprendiendo de sus raíces en los últimos años, por los desaciertos de sus dirigentes, que los convirtieron en cotos de sus ambiciones personales y de nepotismo para favorecer a sus delfines. Unos y otros son contumaces y carecen de autoridad sobre sus integrantes.
El profesor Jorge Orlando Melo, en su Historia Mínima de Colombia (Turner Publicaciones S.L.,2017), en el capítulo La República Liberal: 1930-1946, alude a la dirección liberal que postuló a Enrique Olaya Herrera, que llevaba años colaborando con los conservadores. Olaya advirtió que aceptaría si había una concertación de ambos partidos y ganó en marzo de 1930 con 45 % del total de los votos. Nombró un gabinete paritario con cuatro ministros de cada partido (un candidato único, una autoridad de partido, un propósito de Nación). No obstante, registra los enfrentamientos entre los partidos y las divisiones internas de los mismos.
En 1934, Alfonso López Pumarejo fue elegido presidente e instauró la “revolución en marcha” hasta 1938. Melo lo define como “un liberal progresista que creía en la obligación del Estado de apoyar un desarrollo económico que permitiera mejorar el nivel de vida de obreros y campesinos”.
Lo sucedió Eduardo Santos, director de El Tiempo, con el apoyo de liberales y sin el voto conservador. Pausó la “revolución en marcha” de su antecesor, quien fundó el periódico El Liberal, dirigido por su hombre de confianza, Alberto Lleras Camargo, y mostró sus desacuerdos con Santos.
En 1941, con el liberalismo dividido, Alfonso López volvió a la Presidencia. Tras solicitar varias licencias para acompañar a su esposa por problemas de salud, fue reemplazado por Darío Echandía. López renunció en 1945 y lo relevó Alberto Lleras.
Ese mismo año, la convención liberal escogió a Gabriel Turbay. Jorge Eliécer Gaitán y sus seguidores lanzaron su candidatura disidente. Los conservadores postularon el 24 de marzo a Mariano Ospina Pérez, con el apoyo de Laureano Gómez. En las elecciones del 46, Ospina obtuvo 45 % de los votos, seguido por Gabriel Turbay. Gaitán alcanzó el 25 % del voto popular. Ospina anunció un gobierno de Unión Nacional, para prevenir la violencia entre los partidos. La respuesta liberal no fue entusiasta. López y Gabriel Turbay se retiraron de la política, mientras Alberto Lleras regresó al periodismo y fundó la revista Semana.
Resalta Melo que desde finales de 1947 recrudecieron los ataques armados entre los partidos, en las zonas rurales. En 1948, Gaitán convocó una marcha del silencio, y pidió al Gobierno paz y respeto por la vida de sus copartidarios. En abril se efectuó la conferencia de la Unión Panamericana, de la que fue excluido Gaitán. El 9 de abril fue asesinado. Hubo desmanes y revueltas que pudieron haber dejado cerca de 2.000 muertos en Bogotá y alrededor de 500 en el resto del país. Carlos Lleras y Darío Echandía le pidieron la renuncia al presidente Ospina, quien defendió su legitimidad.
En las elecciones del 27 de noviembre de 1949, Laureano Gómez fue elegido presidente y asumió el 7 de agosto de 1950. Por problemas de salud delegó el poder en Roberto Urdaneta Arbeláez el 5 de noviembre de 1951. Gómez mantuvo el título oficial hasta el 13 de junio de 1953, cuando fue derrocado por el golpe militar de Gustavo Rojas Pinilla. En 1958, el rechazo a Rojas unió a Alberto Lleras y a Laureano Gómez, con la declaración del Pacto de Benidorm para reconstruir la república, devolver el poder a sus fuentes populares con un gobierno de coalición. Rojas renunció el 10 de mayo de 1957 y nombró una junta de cinco generales.
En agosto, Lleras y Gómez hicieron un nuevo acuerdo, el Pacto de Sitges, para doce años de gobierno conjunto. La Junta Militar lo sometió a un plebiscito con la participación electoral más alta de la historia: 96,4 % de los ciudadanos: se inició el Frente Nacional de 1957 a 1974. Alternaron Alberto Lleras, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras y Misael Pastrana. Surgieron dos fenómenos de hondas repercusiones en la vida nacional: las guerrillas y el narcotráfico, que terminaron confabuladas para el daño irreparable a la sociedad colombiana.
Esta narrativa histórica de Jorge Orlando Melo la limito hasta el Frente Nacional. Hubo en 44 años, dirigentes ilustres que consolidaron el Estado en medio de la beligerancia de los partidos tradicionales, pero nunca compitieron con 100 precandidatos de tan variada condición.