La elección del cardenal Robert Francis Prevost, en el Cónclave romano para suceder al fallecido papa Francisco, se da, coincidencialmente, en el tiempo de la Pascua que conmemora durante 50 días la resurrección de Jesucristo, y en la liturgia de las lecturas de las misas se recuerda la institución del papado, en cabeza de Pedro, y la evangelización del mensaje cristiano de la iglesia primitiva, en los Hechos de los Apóstoles.
El Cónclave fue presidido por jornadas de oración de los cardenales, implorando, con fe, la iluminación del Espíritu Santo, prometida por Jesucristo. (Juan, 20, 22-24). Quiere decir que la elección del sucesor de Pedro es un acontecimiento religioso de la Iglesia Católica, de impacto global, y no un hecho político.
El nombre del cardenal Prevost no figuraba en las listas de los periodistas especializados en las cábalas vaticanas, aunque, en entrevista previa al Cónclave, de Caracol T.V., el cardenal Rueda mencionó el apellido. Al humo blanco y al “Habemus papam”, los siguió la conmovedora emoción de los narradores de los medios, de los fieles y turistas presentes al frente del balcón de la Basílica de San Pedro. El hasta ahora cardenal Prevost, de 69 años, adoptó el nombre de León XIV, y es el primer papa estadounidense. También es ciudadano peruano. “La paz esté con ustedes”, fue su saludo a la multitud presente y a las naciones que seguían la trasmisión.
Pertenece a la Orden de San Agustín, fundada en 1243 por el papa Alejandro IV. En su personalidad se refleja la virtud y la modestia propias de los monjes, pero, al mismo tiempo, su firmeza vocacional al aceptar la responsabilidad que le fue asignada, para conducir la Iglesia de Jesucristo. Realizó su formación secundaria en el Seminario Menor de los Padres Agustinos. En 1977, obtuvo una licenciatura en Ciencias Matemáticas con especialización en Filosofía en la Universidad de Villanova, entidad privada de la orden de los Agustinos ubicada en Pensilvania, Estados Unidos. En 1982, obtuvo master en teología en Catholic Theological Union de Chicago. Estudió Derecho Canónico en la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma, licenciatura en 1984 y doctorado magna cum laude en 1987. Se desplazó como misionero a Perú. Fue elegido prior provincial de la orden en Chicago en 1998. Fue elegido prior general de la orden en 2001 y relegido en 2007, que sirvió hasta 2013.
En 2014, el papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo (Perú), que desempeñó hasta 2023. Durante su episcopado, obtuvo la nacionalidad peruana en 2015. En enero de 2023, asumió como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina. Fue nombrado cardenal por el papa Francisco en septiembre de ese año. Habla perfectamente español, francés, italiano, alemán y latín.
Cercano al papa Francisco, anunció que “queremos ser una iglesia sinodal, que camina, que busca siempre la paz y estar cercanos, sobre todo a aquellos que sufren”. Evocó a León XIII, con la encíclica “Rerum Novarum”, sobre la que se ha cimentado la doctrina social de la Iglesia, en defensa de los trabajadores, de sus derechos sociales, de la igualdad de la dignidad humana y el disfrute de los bienes de la naturaleza para todos. El pasado lunes agendó una primera audiencia con los representantes de los medios en el gran auditorio Pablo VI del Vaticano, en la que afirmó: “Desarmemos la comunicación de todo prejuicio, resentimiento, fanatismo y odio, purifiquémosla de la agresividad. No necesitamos una comunicación atronadora y muscular, sino una comunicación capaz de escuchar, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz. Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la Tierra”. Comentó la responsabilidad personal de cada periodista para sacar a la sociedad de la “Torre de Babel” en la que a veces se convierte la comunicación. Agregó: “Debemos decir no a la guerra de palabras e imágenes”. Recordó a los reporteros encarcelados en distintos países por “intentar decir la verdad. La Iglesia reconoce a estos testigos, pienso en quienes informan sobre la guerra incluso a costa de su vida, la valentía de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque solo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres”. Su reflexión sobre la deontología del periodista implicó la necesidad de buscar la paz desde el propio trabajo, con “el compromiso de impulsar una comunicación diferente que no busque el consenso a toda costa, que no se vista de palabras agresivas, que no se adhiera al modelo de la competición”. Concluyó: “la comunicación de hecho, no es solo la trasmisión de información, sino la creación de una cultura, de entornos humanos”.
Este es León XIV, el nuevo papa que la Iglesia y el mundo requerían.