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Que Iván Cepeda lidere la intención de voto para la primera vuelta, con 31,9 %, seguido por Abelardo de la Espriella, con 18,2 % y luego Sergio Fajardo con 8,5 %, y que para la segunda vuelta, en los tres escenarios que investiga Invamer: 1. Iván Cepeda vs. Abelardo de la Espriella: Iván Cepeda: 59,1 %. Abelardo de la Espriella: 36,2 %. Voto en blanco: 4,6 %. 2. Iván Cepeda vs. Sergio Fajardo: Iván Cepeda: 48,9 %. Sergio Fajardo: 46,4 %. Voto en blanco: 4,8 %. 3. Sergio Fajardo vs. Abelardo de la Espriella: Sergio Fajardo: 51,7 %. Abelardo de la Espriella: 38,9 %. Voto en blanco: 9,4 %, anticipa que alguno de los tres precandidatos con los más altos resultados tenga asegurado el triunfo.
Invamer concluyó que 24,6 % de los encuestados se identificó con la izquierda; 18,7 % con el centro y 37,7 % con la derecha, y sin corriente específica 18,9 %. “Ni Cepeda ni Abelardo”, tituló Luis Carvajal Basto (El Espectador, 08/12/2025), y agregó: “la polarización es evidente, pero quien quiera ganar necesita a los votantes de centro y algunos del polo opuesto. Queda la impresión que el 31,9 % de Cepeda, al compararlo con el 24,6 % que se declaran de izquierda, ya tiene a todos los votantes de centro que se encontraban disponibles para él. Y con eso no le alcanza”.
Mucho más determinante del voto final de los encuestados es el escándalo de Calarcá, que incidiría sobre la percepción de la paz total, ligada al senador Cepeda: Petro y su candidato representan el mal camino: 64,9 % y quienes suscribirían ese intento: solo el 28,5 %. La inseguridad de los ciudadanos con la paz total también contabiliza al final de la ronda: se sienten más inseguros 66,2 % y seguros solo el 26,5 %.
Aunque el presidente conserva una aprobación de 37,7 % y registra la desaprobación del 56,7 %, su afinidad al dictador Maduro, cuya censura por parte de los encuestados la estima Invamer en 85,2 %, será aún más decisiva para los votantes, por la coyuntura del 10 de diciembre, día de la entrega del Nobel a Corina Machado, en la sede de Grand Hotel de Oslo.
Jørgen Watne Frydnes, presidente del Comité del Nobel de la Paz, rompiendo el protocolo tradicional de esa ceremonia, hizo un llamamiento directo e inequívoco al dictador para que abandone el poder. Mencionó “torturas sistemáticas y persecución política”. (También hay desapariciones y asesinatos de opositores, como en toda dictadura). “Señor Maduro: debe aceptar los resultados electorales y renunciar a su cargo. Debe sentar las bases para una transición pacífica hacia la democracia. Porque es la voluntad de pueblo venezolano”.
Es evidente que el presidente Petro tiene una lectura equivocada y perjudicial para Colombia sobre el dictador Maduro, en contra del consenso internacional evidenciado en Oslo. Más incoherente fue su propuesta de “amnistía general” para Maduro, cuando para Benjamín Netanyahu imploraba la condena de la Corte Penal Internacional por la violación a los derechos humanos en la guerra contra Gaza. ¿Acaso los delitos del dictador Maduro, en los mismos términos de los derechos humanos, son de menor calibre que los del primer ministro de Israel? ¿Pretende el presidente Petro que esa “amnistía general” sea una extensión de su fracasada “paz total”? Pienso que si Corina Machado simboliza a la mujer latinoamericana, las integrantes del Pacto Histórico y partidarias del candidato Cepeda, deben estar atormentadas y dolidas por no poder celebrar con emoción y alborozo, como el resto de la humanidad, el profundo significado de la lucha de Corina Machado, exaltada por el presidente del Nobel Jørgen Watne Frydnes.
Si al candidato Cepeda lo afecta el escándalo de alias Calarcá, en medio de “la paz total”, el desprestigio internacional del presidente Petro por su afinidad al dictador Maduro, severamente señalado en la ceremonia del Nobel a Corina Machado, lo lesiona irreparablemente, si no toma la decisión de desmarcarse de semejante desacierto.
Difícilmente pescaría votos en el centro, en la derecha o en los de sin corriente específica, y se quedaría en el techo de su millón y medio de votos ganados en la consulta popular del Pacto Histórico el pasado mes de octubre. Se rumora que el gobierno moviliza a sus antiguos adherentes y funcionarios para reforzar a Cepeda, pero personajes como Roy Barreras y similares quitan más que lo que suman.
El fardo de los delitos de corrupción de funcionarios del gobierno, de la UNGRD, la acusación de la Fiscalía a los exministros Ricardo Bonilla y Luis Fernando Velasco, de liderar “un pacto criminal”, interés indebido en celebración de contratos y cohecho, pesa sobre el candidato del Pacto Histórico. Sus partidarios argumentan que, para generar gobernabilidad, ha sido costumbre sobornar a los legisladores. Santos la señaló como “la mermelada”, y el padre del sofisma, don Julio César Turbay, se hizo célebre con “la corrupción en sus justas proporciones”. En su campaña, el actual presidente afirmó que acabaría con esa práctica. El gobierno del cambio fue más de lo mismo.
El segundo candidato, Abelardo de la Espriella, debería ya concretarse en sus propuestas de gobierno para el bien común de todos los colombianos: en la unidad nacional, en garantizar la seguridad en toda la extensión del territorio, en la educación de alto nivel, en la salud como derecho fundamental para todos los habitantes, en el mejoramiento de las relaciones internacionales, en el fomento de la industria y la explotación razonable de los recursos naturales, en las estrategias para combatir la corrupción.
El tercer candidato, Sergio Fajardo, fuera de anunciar que no participará en ninguna convocatoria de centro o de derecha, flota en su tradicional incertidumbre de los anteriores debates electorales en los que participó.
