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Francisco Gutiérrez Sanín
08 de agosto de 2025 - 05:00 a. m.
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El mundo está cambiando a toda velocidad. También se está diversificando. Pero apenas uno se expone un poco a la radio (en mi caso, exclusivamente en el taxi) o a los noticieros de televisión, tiene la impresión de estar frente a una exposición de museo de una época caduca.

Hay, al menos, alguna evidencia que respalda esta sensación. La más espectacular: la extrema derecha colombiana llevó a cabo una operación de colonización de medios. Los indicios de que fue al menos parcialmente consciente y coordinada son numerosos. Sacaron a las gentes incómodas, y trataron de imitar a Fox News (según el planteamiento explícito de uno de tales pioneros). El resultado es penoso de ver. Semana, que era una revista muy buena, de nivel latinoamericano, terminó convertida en una sentina, que pocos leen pero cuyo hedor llega a todos los rincones. RCN anda de fracaso en fracaso. ¿No se habrá deteriorado la audiencia de Noticias Caracol? De manera más general, amplios sectores de la opinión han comenzado a desconfiar severa y crecientemente de los medios. Se me podrá decir: bueno, es el cambio tecnológico, sumado a transformaciones generacionales. Sí: precisamente. El intento de adaptación a través de una copia burda no ha funcionado.

Por eso, las monsergas histéricas de numerosos programas –¿cuántas horas de exposición habrá tenido Granados?– pueden comenzar a resultar repetitivas, aburridas, vacuas: como sentarse a oír la lluvia, o a ver crecer el pasto. Les confieso: el tedio también me ha alcanzado a mí, aunque me consideraba curado de espantos. Por las razones obvias –estas cosas son evidencia rica generada por el mundo político y social–, las retóricas políticas nunca me produjeron mayor fastidio. Verbigracia: siempre que podía miraba con atención los Consejos Comunitarios de Uribe (los sigo repasando). Pero los menos que se puede decir de ellos es que eran gestionados con maestría, y que estaban llenos de novedades (muchas de ellas brutales, violentas, autoritarias; eso ya es otra cosa). Lo de ahora es un libreto repetitivo, cada vez más pobre, tan predecible que incluso como propaganda podría perder su eficacia. Así que cuando me bajo del taxi no lo lamento, sino que descanso.

Son literalmente problemas de sintonía: con lo que sucede alrededor y con las preferencias de los colombianos, que están altamente diversificadas. El genocidio de Gaza, los enormes realineamientos generados por fenómenos interconectados –nueva política exterior estadounidense, ascenso chino, retorno de la guerra en gran escala al continente europeo, vigoroso desarrollo de múltiples modalidades de nacionalismo– y un cambio tecnológico cuyas consecuencias plenas apenas comenzamos a vislumbrar, destruyeron completamente el cómodo pero tranquilizador prisma desde el que veíamos al mundo desde el derrumbamiento del Muro de Berlín (o desde antes). Sin embargo, la información que recibimos en lo internacional bebe de un formato único –Occidente contra los autoritarios malos– cada vez más implausible. Occidente está fraccionado. Fuera de Occidente hay interlocutores claves para nosotros.

Algo similar aplica para Colombia. Horas dedicadas a los padecimientos del pobre Uribe, cuyo ejercicio de la autoridad estuvo quizás manchado por algunas fruslerías, y que sufrió de falta de garantías. No, no fueron fruslerías, como mostraré de diversas maneras en lo que queda del año. Y si hay alguien que haya gozado de las garantías más extraordinarias, más allá de lo que podría soñar en sus fantasías más locas cualquier ciudadano del común, ha sido el expresidente. Todos los que le sacaron las castañas del fuego se fueron a la cárcel: desde hampones y violadores de los derechos humanos hasta figuras con peso específico propio, pasando por la habitual comparsa de sociópatas y perdedores. A la cárcel, no a una hacienda. No sé qué tanto quieran ciertos medios ignorar lo que significa ese entorno altamente criminalizado y las preocupaciones y preferencias de, al menos, medio país. Pero ese libreto, típico del período de la hegemonía uribista, puede haber caducado, al menos parcialmente.

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Lalo Parrarro(70277)10 de agosto de 2025 - 12:17 a. m.
El modelo periodístico de una prensa comprada y usada como instrumento propagandístico del capitalismo criollo está completamente desfasado y desligado de la realidad. Refleja un mundo que está dejando de existir y a los pedazos del cual se aferra con desesperación como sobreviviente a los restos de un naufragio. La defensa de esos intereses por encima de cualquier compromiso con cualquier principio moral y la verdad.
Fabiola Alba(47251)09 de agosto de 2025 - 04:32 p. m.
Muy buena columna! Lamentablemente insisten y logran que muchos sigan áulicos creyendo el mismo cuento de siempre!
Contrapunteo (18670)09 de agosto de 2025 - 03:10 p. m.
Los medios terminaron convertidos en servientas de los grupos económicos para los cuales trabajan, ya no informan... opinan. Y a los dueños les importa un carajo la Ética, les importa la plata. No se salva ni noticieros en radio, ni televisión, son un asco completo. Y cómo así que ud. veía los consejos comunitaris del sumariado que saca barata la condena con su terrible prontuario.. no puede ser.
Fernando Enrique Calvete González(71596)09 de agosto de 2025 - 02:13 p. m.
Si claro... como siempre los bodegueros tratando de cambiar la "narrativa" que no les conviene... si quiere imparcialidad debería exigir que este gobierno impresentable deje el escandalo y las cortinas de humo que utiliza para el tape-tape.... o le parece muy correcto gastase $10.000.000.000 en bodegas que sin DATOS ni ANALISIS se la pasan tratando de justificar todos los errores y la inacción de un gobierno que no-gobierna???..... hay que ser muy pero muy descarado para escribir este panfleto.
  • Lalo Parrarro(70277)10 de agosto de 2025 - 12:19 a. m.
    Calvete, otro sicótico.
Hernando Villate París(61673)09 de agosto de 2025 - 02:10 p. m.
La parte simpática es que la oposición (si, existe, aunque incipiente) es que sus mismos medios se quejan cuando el Presidente Petro los pone en evidencia: já!
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