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Lo del gobierno de Iván Duque se parece cada vez más a lo que se podría llamar “Llaneros Fútbol Club Way of Life”. De hecho, uno de los defensas de esa entidad le respondió adecuadamente a Duque, cuando éste último esgrimió su dedo acusador contra los deportistas: ¿por qué no lo hizo con su ministra? ¿Acaso la lógica del “debido proceso” se aplica solamente a los poderosos y bien conectados?
La respuesta a esta pregunta es, simplemente, “sí”. Este gobierno en realidad utiliza el mismo libreto que –atónitos o divertidos— creímos ver en acción durante el episodio que terminó en el gol contra Llaneros y el respectivo ascenso del Unión Magdalena: mala simulación, comicidad involuntaria, defensa descabellada.
Veamos sólo algunos ejemplos entre muchos posibles. La promesa ante auditorios internacionales de implementar el Acuerdo de Escazú –para la defensa del medio ambiente-, mientras aquí se le deja languidecer pálidamente hasta su muerte (pues los poderosos intereses agrarios sobre los que se apoya el gobierno no pueden tolerar ni que se miente). La presentación, ante esos mismos auditorios, de Colombia como la gran democracia liberal del trópico, mientras se aprueba tácitamente –creo que esta es la versión benévola; seguramente se esté impulsando—un mico liberticida en la supuesta legislación anticorrupción. No hablemos ya de la ofensiva judicial contra un relevante candidato no-oficialista. La promesa de reformar a la Policía, que terminó en una solución de modisto –un nuevo uniforme, ya por desgracia manchado de sangre-, mientras se despliega una gran ofensiva, esa sí real, contra los que protestan. ¿Y se acuerdan de la “campaña pedagógica” de Molano, simulando un ataque digital contra el Ministerio de Defensa?
No hablaré aquí de la implementación del acuerdo de paz, que creo es el acto de fingimiento por excelencia de la administración Duque. No quiero ir en contravía de la oleada de buena vibra y optimismo que recorrió al país a raíz de la celebración de los cinco años de firma del acuerdo. Cada vez estoy más convencido de que este evento fue trascendental, y sé que hay miles de colombianos que se juegan su pellejo todos los días para que se haga realidad. Son cosas que respeto profundamente. Pero creo que se puede demostrar –de hecho, de manera relativamente fácil— que lo de Duque frente a la paz es simulación, una expresión adicional del “Llaneros Fútbol Club Way of Life”. Recuerden: esto no puede no tener consecuencias.
Hasta en cuestiones en las que aparentemente podría desplegar un poquito de veracidad, el Gobierno de Duque aplica su falsamente astuto juego de la simulación. Quizá sea inercia, quizás el deseo de pescar en río revuelto allí donde se pueda, quizás un gusto adquirido. Por ejemplo, la gran Cumbre del Pacífico se realizará en Cartagena, algo grotesco hasta la médula. Y Biden, pese a lo sugerido, anunciado, apasionadamente deseado, no va a venir a la tal Cumbre.
¿Es fácil ver un patrón aquí, no es cierto? Primero, se emiten promesas dirigidas a interlocutores internacionales, pues se sabe que serán de su gusto. Segundo, se crean mecanismos para que esas promesas no operen. Tercero, se construye una retórica de dos caras, apaciguadora hacia afuera y agresiva hacia adentro, para justificar las contradicciones patentes entre la promesa inicial y el desenlace real. En últimas, la buena causa –la democracia, la defensa del medio ambiente, un mínimo de protección para la ciudadanía frente a los abusos de las autoridades, la paz, el Pacífico, lo que sea— pierde por goleada. Duque cree que puede hacerlo con impunidad, pues la atención del público se dirige ya al siguiente episodio.
¿Qué tanta razón tiene? Alguna, pues ha podido adelantar su programa real durante estos tres largos años. Sin embargo, está pagando con la moneda dura de un desprestigio abrumador. Me pregunto si, en estas condiciones, no intentará aplicar el “libreto Llaneros” a las próximas elecciones…
