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La fuerza de las palabras

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Francisco Gutiérrez Sanín
04 de julio de 2025 - 05:05 a. m.
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Recientemente, concedí una entrevista al Noticiero Caracol. Debía contribuir a dar un contexto histórico a los problemas de violencia que enfrenta el país. El periodista venía con las mejores referencias, y en la conversación previa hablamos de mis prejuicios con respecto de ese informativo.

Yo le huyo a estas cosas como el diablo al agua bendita. También a los programas de opinión. Llevo años evadiéndolos. Así que por lo menos de la crítica de querer estar en medio de la gran cacofonía nacional estoy a cubierto. Por lo demás, sigo creyendo que una de las mejores candidatas a la palabra más bella del español es “no”. Un “no” amable, sin estridencias. Pero no. Sin embargo, aquí sentí que podía hacer una excepción.

Lamentablemente, el informe que finalmente presentó Caracol –si no me equivoco, el domingo pasado– confirmó todos mis prejuicios. Es de una pobreza espantosa, pero al menos tiene la virtud salvadora de afirmar contundentemente “verdades” que se toman por dadas con gran frecuencia.

Una de ellas es la afirmación de que “la fuerza de las palabras pesa tanto como la carga de los fusiles”. Con cinco minutos de reflexión cualquiera se convence de que esta es una afirmación tan absurda como irresponsable. Pone en el mismo sitio a los que asesinan (“la carga de los fusiles”) y a los que critican (“la fuerza de las palabras”). Al hacerlo, deslegitima el debate democrático y lo equipara a la actividad letal de los matones. Es precisamente el tipo de mensaje que NO necesita el país.

El contexto en el que se enuncia semejante despropósito es el del ataque (condenado sin reatos, hasta donde sé, desde todas las orillas del espectro político) contra Miguel Uribe Turbay. Pero para algunos, ese tiene que ser un crimen de odio; para otros, incluso, de Estado. Ergo, también por necesidad, existe una conexión directa entre ese atentado y el duro clima que se vivió antes de la aprobación de la reforma laboral.

Con la evidencia que tenemos hasta el momento, eso es simple pensamiento mágico. En el mejor de los casos es producto de la autosugestión; en el peor, un embuste. Sin duda, los disparos que recibió Uribe Turbay pueden haber provenido de alguien cuya sangre bullía de animadversión. Pero hay también otras hipótesis plausibles. Afortunadamente dije en una columna anterior que lo mejor que podemos decir en este momento es que no sabemos cuáles son las motivaciones y las dinámicas subyacentes a ese crimen detestable. Pero, para algunos, eso no es suficiente. Hay que poder señalar con el dedo acusador o, por lo menos, sugerir (en este caso no subliminalmente, sino de manera más menos abierta). Lo que me lleva a la siguiente reflexión: si las personas que establecen la línea editorial de Caracol tomaran en serio sus propias palabras, tendrían razones de sobra para examinar con cuidado su propia retórica. La de hoy, la del pasado inmediato.

Lo digo sin rabia ni malicia. Pues de hecho estoy totalmente de acuerdo con un aspecto del enunciado: tendríamos hoy que aprender a ser muy responsables con las palabras. Desgraciadamente, Caracol no está a la altura de su admonición. Ni desde el punto de vista del equilibrio, ni de la seriedad. ¿Equilibrio? ¿Qué dijo ese noticiero cuando un presidente espetó a las víctimas: “no estarían tomando café”? ¿Cómo informó sobre los brutales ataques contra la población civil durante el estallido social? ¿Sobre la masacre de Puerto Leguízamo? ¿Seriedad? ¿De dónde saca que toda expresión apasionada o crítica mata tanto como una AK-47? ¿De veras lo cree? ¿O, si entendí bien (de lo contrario, me retracto), que líderes como Gaitán de alguna manera son los responsables de su propia suerte?

Veo ya pocos noticieros colombianos, pero tengo en una libreta una larga lista de estigmatizaciones, extravagancias y feas faltas a la verdad por su parte. ¿No será hora de una autocrítica?

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alexandrs Navarrete(m841l)08 de julio de 2025 - 12:57 a. m.
Caracol no tiene el mínimo respeto por la audiencia, sólo los mueve la ideología política (ultraderecha) , que los lleva a desinformar e infundir miedo y confusión en la gente que los ve. Hace varios años no veo noticieros ni tampoco escucho noticias radiales, todo está tan podrido que es un fastidio todo. Prefiero hacer paneo por varios diarios digitales y así estoy informada.
Flor Marina Castellanos Villamil(3922)06 de julio de 2025 - 11:50 p. m.
Ojalá, esta columna la leyeran los dueños de restaurantes de "corrientazo" y otros establecimientos que obligan a los comenzales a ver y a escuchar "noticias Caracol" que, en no pocos casos exacerban las emociones, odios. y pasiones provocando discusiones acaloradas, ante las "verdades" tendenciosas de este noticiero.
Hincha Rojo(87476)06 de julio de 2025 - 02:04 p. m.
Usted afirma una triste realidad.
Julio Enrique Galán Roa(83619)05 de julio de 2025 - 12:05 p. m.
A propósito de esta denuncia del profesor Pacho sobre el noticiero Caracol Tv y su sesgo ideológico comandado por el genuflexo Juan Roberto Vargas, me llama la atención el hecho de que esta empresa propiedad de Valorem (del grupo Santomingo) mantiene una linea editorial muy goda, mientras que en El Espectador también de Valorem se mantiene el espíritu liberal, la independencia editorial y la apertura a diferentes puntos de vista expresados por decenas de columnistas. A que juega Valorem?
Boppi(61012)05 de julio de 2025 - 04:58 a. m.
En este país mucha gente ha muerto por las palabras, o acaso no es lo que reclaman muchos, que se mata por opinar diferente, los grandes asesinos del mundo han tenido ideologos o ideologías, las cuales se basan en palabras, (Narvaez influyó en Castaño, ¿o en ese caso no cuenta?), el discernimiento es algo fundamental en la sociedad, el programa mostró audios y opiniones de unos líderes del país, descalificarlo es ir en contra de las palabras del programa que según este texto no hacen mal.
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