El lector quizás recuerde Dos caminos, un bolero fantásticamente bien interpretado por Bienvenido Granda. Se los recomiendo: es muy bello. Pero en esta ocasión no hablaré como melómano, sino como analista. Es que creo que, como en esa canción, el país también está en esencia frente a dos opciones. Y noto con alarma que, siguiendo nuestra gloriosa tradición, diversos actores políticos e institucionales están optando por el camino que no es, por el que nos llevará directamente a un estrellón. Algunos van en esa dirección con los ojos abiertos, porque es lo que quieren o perciben que necesitan. Otros simplemente se concentran en sus pequeños intereses inmediatos, y por esa vía también empujan en la dirección equivocada.
Ejemplos habría por montones. Vean a Vicky Dávila o a Germán Vargas Lleras deslegitimando profilácticamente las elecciones del 2026. Vean a Álvaro Prada y a César Lorduy (dos figuras de pánico; si se los encuentran en la calle les recomiendo pasarse al otro lado de la acera) tratando de crear un juicio al presidente de la nada, con el objetivo de desestabilizar. Vean a las altas cortes presentando como candidatos a procurador a los conmilitones y alfiles de algunos de estos personajes, a su vez asociados al que quizás sea el partido político más corrupto de todos, Cambio Radical (lo reconozco: la competencia es dura). Vean al ELN matando soldados para demostrar que se acabó la tregua: pues la vida de un campesino con uniforme se puede rifar a placer, para dejar una constancia histórica. No se me ocurre nada más mezquino, brutal y elitista.
Otra ilustración significativa es el tipo de política gremial que ha venido haciendo a través de los años un tipo como Bruce Mac Master. En el pasado reciente, pese al tratamiento privilegiado que le dio Juan Manuel Santos, a duras penas apoyó la paz: se movió en una cómoda ambigüedad, quizás conveniente para sus juegos miopes, pero muy nociva para el país. Los otros días leí un excelente artículo de colegas de la Universidad del Valle, que hicieron una encuesta entre empresarios, y encontraron que la gran mayoría apoyaba la paz. La taimada y opaca posición de Mac Master no correspondía a la de sus afiliados. No sé si ahora esté más sintonizado con las personas que dice representar, pero su jueguito actual es todavía más malsano. Consiste en combinar balidos gemebundos contra la polarización a la vez que convierte a su gremio en un foro para las voces que quieren hacer invivible la república, mientras esté gobernada por una fuerza determinada. Sin la posibilidad siquiera de que se oigan voces diferentes: no las invita, como gran despolarizador que es.
Habría otro camino, otra forma de proceder dentro de la diferencia. ¿Lo tomaremos?
Cambio de tercio. Estoy cada vez más convencido de que la mejor actitud frente a la muerte (me refiero exclusivamente a la no violenta) es el recuerdo, la dignidad y el silencio. Entre más de cerca nos toca, más debería ser así. Sin embargo, siendo politólogo, no puedo dejar de referirme al deceso reciente de Francisco Leal. El legendario Pacho fue una figura clave en la construcción de la disciplina del estudio de las políticas, en plural, en Colombia. Un investigador destacadísimo, con reputación de buen docente (nunca tomé clase con él, así que no puedo hablar por experiencia propia), excelente persona. Qué contraste con algunos pequeños lagartos de su generación (todas los producen).
También tenía alguna fama de sargentón: pero es que así es a menudo como se logran hacer cosas en el mundo. Leal, en efecto, combinó el rigor analítico de sus trabajos pioneros con una capacidad de construcción institucional extraordinaria (departamentos, institutos, revistas…): en eso se parece a su compañera de toda una vida, Magdalena León. Honor a ambos. Y al que pueda y quiera, vale la pena pegarse una pasada por sus obras, publicadas por la Universidad de los Andes.