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El discreto encanto de la posibilidad

Francisco Gutiérrez Sanín

27 de junio de 2025 - 12:05 a. m.

Vale la pena, en medio de las cacofonías superpuestas del momento, ponerse a pensar en las cosas que sí tramita nuestro sistema político. Cojan la reforma laboral: encalló varias veces en el congreso; parecía muerta. Entonces, el Gobierno presentó una amenaza creíble: la consulta popular. Eso elevó la temperatura del debate político al máximo. Se podría creer entonces que la consulta resultaría en un aborto, y que descarrilaría al Gobierno y al país. No era para nada un barrunto tonto. La evaluación es diferente para quienes quisieron presentar el intento de apelar a la ciudadanía, una figura constitucional controlada por las cortes, como un golpe de Estado. Pero, por debajo de la histeria, había una negociación febril entre las fuerzas políticas.

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La base para la negociación que a la postre fructificó fue la siguiente: el Gobierno necesitaba un éxito, un resultado concreto; la oposición quería impedir que se hiciera una elección en la que ella aparecería inevitablemente como antiderechos. Hubo quien tendiera puentes. Esto se produjo, naturalmente, entre choques y voces airadas. Pero cuando se fueron decantando las cosas, resultó que un acuerdo era posible.

De aquí quedan varios saldos positivos. Aprendizajes de negociación. Y, claro, un instrumento de inclusión social, que también debería mandar una señal a la opinión: no, pese a lo que dijeron tantos expertos de ceño fruncido en los noticieros, establecer, restablecer, las horas extras a los celadores, no significa el fin del mundo.

Este, por desgracia, podría provenir de otros lares. Por ejemplo, del Medio Oriente. Pero incluso allá resultó también que, debajo de la superficie en plena ebullición, había corrientes que buscaban encontrarse. Después del bombardeo repentino de Trump, este, por muchas razones —incluyendo la necesidad de estabilizar su propia coalición—, empezó a oír las voces de los múltiples actores y canales que buscaban a toda velocidad impedir un escalamiento mortífero. Si este aún no se ha producido, se debe a una palabra simple, que hoy parece cosa de magia: la diplomacia. Me perdonarán que lo recuerde, pero es necesario: en el período de regime change, cuántas objeciones histéricas se hicieron al uso del lenguaje diplomático, cuánto entusiasmo se trató de generar a favor de ignorar los duros hechos reales. No hablemos ya del entusiasmo de tantos con el régimen genocida de Israel, condenado por la Corte Penal Internacional, que amerita una reflexión aparte.

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Pero, además, el punto principal es otro: ¿por qué esta tendencia a ignorar el rico contenido de los logros reales? Pues a pesar de estos resultados que están a la vista, la narrativa principal sigue concentrada en el modo histérico-melancólico de siempre. Claro: su predominio puede obedecer a razones maliciosas. Pero no es sólo eso. Tenemos dificultades para aprender de nuestros (difíciles, sudorosos) logros. Hirschman capturó muy bien ese problema con dos conceptos íntimamente relacionados: “fracasomanía” y posibilismo.

La crítica de Hirschman a la “fracasomanía” no se relaciona para nada con la operación trivial de negar los horrores reales de la propia trayectoria histórica. Ellos están ahí, y en nuestro caso no solamente son masivos, sino que requieren de análisis cada vez más profundos, entre otras cosas por salud mental. La “fracasomanía” para Hirschman era la idea de que, sin un gran cataclismo, no habría reformas o inclusiones. El posibilismo, por el contrario, se pregunta cómo es que se logran las cosas, basándose no en ideas “inspiradas”, sacadas de un laboratorio, sino de la experiencia social real. Hirschman llevó el análisis posibilista a un nivel de sofisticación alto, que podría ser aplicado a la laboral, pero también a otros huesos duros de roer, y que deben ser roídos a toda costa, como la paz.

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Otra idea banal y popular en nuestro medio es que hay que dar buenas noticias. Ese no es el punto. Es más bien preguntarse cómo se hacen las cosas a partir de la sistematización de nuestras experiencias.

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