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Inteligencias

Francisco Gutiérrez Sanín

04 de mayo de 2023 - 09:05 p. m.

Geoffrey Hinton renunció a Google para poder criticar sin estorbos lo que está sucediendo en el mundo de la inteligencia artificial (IA). Dejó entender, a raíz del éxito de ChatGPT y otras herramientas, que la humanidad está jugando con fuego y corriendo en una dirección sobre la que nada sabemos. Un viaje a lo desconocido, sin tiquete de regreso.

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Ahora bien, Hinton no es el conservador tecnológico convencional cuyas declaraciones se podrían descontar como una combinación de alarmismo e incomprensión. Quizás el principal logro de su brillante carrera fue su contribución a sacar del estancamiento a las redes neuronales, la herramienta que subyace a ChatGPT y a desarrollos similares. En efecto, durante el período conocido como “el invierno de la IA” en las narrativas convencionales, las redes neuronales eran en esencia juguetes, que no podían llevar a cabo ni siquiera operaciones lógicas relativamente sencillas. Al desarrollar procedimientos que permitían la retroalimentación (backpropagation) y combinaciones de información más complejas (es decir, no lineales), los investigadores descubrieron que las redes podían saltarse por la torera esos obstáculos. Hinton hacía parte de la jauría de vanguardia responsable de tales innovaciones.

Hoy, una red neuronal, si cuenta con suficiente músculo en tres sentidos —un número grande de componentes (neuronas), una relación lo suficientemente sofisticada entre ellos (arquitectura) y una cantidad gigantesca de información—, puede llevar a cabo operaciones complicadas que hace relativamente poco la imaginación más febril o educada no consideraba automatizables. Los campos de aplicación son ilimitados. Pongo un ejemplo simple, cercano a mí. En la década de 1960, el campeón mundial de ajedrez, el soviético Botvinnik, predecía que nunca se inventaría una máquina capaz de derrotar a un humano competente, no hablemos ya a un gran maestro. En la actualidad, los mejores de los mejores no tienen la menor oportunidad frente a la nueva camada de jugadores artificiales.

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¿Quiere decir esto que las advertencias del gran Hinton están fundadas? Motivos para temer —también para tener esperanzas— hay muchos. A la vez, hay que entender de qué manera ha evolucionado el programa de la IA. En cierto sentido, estamos viviendo la descontrolada fiesta de la fuerza bruta. Con información aplastante —para entrenar— y optimización adecuada —para que la respuesta no se demore— podremos tener ingenios mecánicos que destilen la experiencia humana y la devuelvan a los más diversos usuarios finales.

Pero, por si las dudas, ChatGPT o una red neuronal carecen completamente de consciencia. No son el HAL 9000 de la fabulosa película de Stanley Kubrick 2001: Odisea del espacio. No están razonando. Por ejemplo, si escribo: “Creo que lloverá”, la red calcula con base en probabilidades dadas por la información de entrenamiento cuál es la palabra que más verosímilmente pueda seguir a esas y entonces completa: “Creo que lloverá mañana” (en realidad, tenderá a devolver no la expresión más probable, sino la segunda o tercera, pero estos son detalles técnicos).

Una maravilla, ya incorporada a nuestra vida cotidiana vía “teléfonos inteligentes” y aplicaciones como WhatsApp. Pero mucho más “artificial” que “humana”. Creo que fue Alan Turing quien dijo algo así como que sólo creería en la IA cuando viera que el señor robot mirara desenfadadamente las piernas de la señora robot (no lo tomen a mal; era la década de 1950 o de 1960 del siglo pasado). Lo que quería decir, intuyo, es que la inteligencia humana, tal como la entendemos, está relacionada con pulsiones, deseos y vida interior. Nada de eso, que yo sepa, está sobre el tapete, ni en la investigación ni en las fabulosas inversiones que hacen los grandes conglomerados tecnológicos para seguir corriendo hacia adelante.

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¿Hacia dónde? Aquí Hinton tiene toda la razón: no sabemos y deberíamos estarlo pensando. La IA va a cambiar muchos dominios de la vida. La cotidiana. Lo político y lo social. Ojo: también lo militar. No: HAL 9000 no está en el horizonte. Pero hay muchas razones para la alarma.

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