Publicidad

Moneda en el aire

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Francisco Gutiérrez Sanín
03 de junio de 2022 - 05:30 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

¿Qué se puede decir de las elecciones que acaban de pasar? Creo que, frente a cualquier problema, es bueno comenzar con los factores que parecen obvios y que por consiguiente no se pueden dejar de valorar. Destaco cuatro. Primero, el rotundo triunfo de Petro. No sólo ganó por cerca de 2,5 millones de votos, sino que creció en casi cuatro con respecto de la primera vuelta de 2018 (y cerca de 500.000 con respecto de la segunda de ese año). Recuérdese que de Petro se dice habitualmente que no tiene margen para subir. Pues lo hizo y de manera impresionante.

Claro, está el mosco en leche: el paso de Rodolfo Hernández a segunda. Hernández atraerá buena parte del voto de la derecha y por consiguiente puede caer cerca de los 10 millones o 10,5 millones de votos (los apoyos por parte de los perdedores no operan de la misma manera que el endoso de un cheque; al menos algunos votos se perderán en el camino). Ese es el segundo factor. Yo pensé que a su envión le iba a faltar una semana, aunque era claro que estaba en ascenso vertiginoso. ¿Pasará de largo? No necesariamente. Sólo unos poquísimos políticos —Uribe en 2002 es un buen ejemplo— logran meterse en una dinámica de ascenso ininterrumpido. A medida que van volviéndose más relevantes, se van exponiendo más a la crítica, sus debilidades resultan más notorias y empiezan a tener más que perder.

Como fuere, tanto Petro como Hernández, cada uno a su manera, hicieron magníficas campañas. En cambio, y este es el tercer elemento, la derecha colombiana se desfondó. La estúpida arrogancia del Gobierno uribista, sus pulsiones homicidas —comenzando por coger a bala a manifestantes en las ciudades más grandes del país—, su patética ineptitud, pasaron la cuenta de cobro. Fico, una figura bastante deslucida, tampoco pegó.

Por último, la campaña que acaba de pasar sí que resaltó la importancia del factor regional en la política colombiana. Las líneas de fractura territorial del voto se pueden identificar de manera relativamente cómoda (obviamente no se puede descartar que un análisis más fino muestre nuevos matices e incluso cambie el panorama). Los principales competidores provienen de experiencias de gobierno subnacional, que han reivindicado permanentemente en sus respectivas retóricas.

En los próximos días nadie podrá repetir mecánicamente —al menos tendrá que tratar de sustentarlo— que nuestra política trata de “los mismos con las mismas”. Eso me alegra. Tendremos gente nueva, dinámicas nuevas y, por obligación —a menos que se quiera estar definitivamente del lado perdedor—, retóricas nuevas. Con articulaciones globales, pero muy de por acá. No creo que Hernández sea el Trump colombiano. Las analogías pueden servir o no para orientarse en el mundo; esta despista más de lo que aclara. Pero, para decirlo por una vez sin reatos —no he usado esta columna para propagar mis preferencias político-electorales; la coyuntura amerita hacer una excepción—, creo que Petro es de lejos el mejor candidato. Necesitamos a una persona seria y consistente al frente del Estado. Necesitamos reconstruir las instituciones después de estos años espantosos. Necesitamos (desesperadamente) una interfaz creíble entre el Estado y las organizaciones sociales en el territorio. Necesitamos reformas sociales profundas y serias. Es Petro, y no Hernández, quien puede impulsar tales cosas. Y es sano que esta vieja democracia aprenda las rutinas básicas de la alternación en el poder en serio, sin dramas ni histerias.

Dicho esto, recomiendo enfáticamente no olvidar que muchos votos por el ingeniero expresan una voz de protesta perfectamente genuina, marcada por las respectivas tradiciones e identidades regionales.

En fin: como le pasó a Santos en 2018, este Gobierno se quedó sin candidato. En el caso de Santos fue, quizás, a la vez injusto y deseado; hoy en cambio es involuntario y apropiado. El juego está abierto y estará marcado por el deseo de cambio.

Conoce más

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.