Casi siempre, las ideas tienen consecuencias. Por eso en ocasiones toca ser puntilloso. La alarma —genuina y legítima— ante el grado en el que se ha envenenado nuestra política dio pábulo a una narrativa que goza ya de aprobación amplísima: el país se encuentra polarizado, y por tanto todos los esfuerzos deben orientarse a calmar los ánimos y rebajar el flujo de adrenalina con unas buenas dosis de agua aromática y tono pausado y pontifical.
Debo decir que no tengo nada contra las buenas maneras y el equilibrio que preconizan diversos periodistas, expertos y pensadores. Nada se soluciona a punta de alaridos. De hecho,...
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