Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Una monserga que oí durante años es que nuestra política era aburrida. Resultados predecibles, protagonizados por los de siempre, que además no se diferenciaban mucho entre sí. ¿Quién puede decir lo mismo hoy?
Creo que podemos partir, muy convencionalmente, de que en la actualidad tenemos tres grandes familias o nubes políticas: derecha, centro e izquierda. Pero a partir de allí todo se vuelve complicado. Lo primero que hay que señalar es que cada una de estas familias enfrenta severos problemas para escoger una candidatura viable.
Por la derecha, Vicky Dávila comenzó temprano para marcar el territorio. Era conocida, tenía financiación y despliegue, en un mundo en el que la probabilidad de que uno de los llamados influencers sea elegido no es, por desgracia, despreciable. Pero su campaña nunca arrancó, y se ha ido disolviendo en medio de gestos cada vez más grotescos e ineficaces.
Está también el “reinado de belleza” –como lo bautizó alguna vez Mafe Cabal– interno del Centro Democrático, pero de ahí no ha salido nada significativo. Claro, hay toda una categoría de viles que han querido sacar réditos de la sangre derramada por Uribe Turbay, pero ni este ni sus competidores marcaban muy bien en las encuestas al momento del atentado. Nadie le cree ya a Guarumo y, pasada la coyuntura, las cosas volverán a su cauce. ¿De pronto esta es la oportunidad para alguien de Cambio Radical? ¿O quizás para una figura estilo ‘Fico’? ¿Pero entonces cuál? Además, Álvaro Uribe no confía en estas gentes (y en eso tiene razón). No hablemos ya de que estamos a las puertas de la decisión judicial sobre el expresidente…
El centro político ha estado bien arriba en las encuestas, pero enfrenta problemas severos. Sus figuras se pelean por un mismo conjunto de electores. Por ejemplo, los esfuerzos de Claudia López por morder simpatías a la derecha han fracasado; no creo que tengan ningún futuro. Sergio Fajardo va porque va. Ya se lanzó al ruedo, si no estoy mal, Alejandro Gaviria. Y hay toda una cofradía de figuras de centro-derecha, sobre todo tecnócratas en el pavimento, y enanos en las encuestas, saltando desesperadamente para hacerse notar. El voto centrista podría entonces terminar dividiéndose fatalmente. Con todo y el discurso sobre populismo, en el centro no hay ningún esfuerzo de construcción partidista (se supone que esa carencia es algo típico de los populistas), por lo que las campañas ahí sufren de permanente déficit de personal y auguran un hueco en el Congreso. Dicho eso, no se puede olvidar que hay una gran masa de votantes centristas, y que hay decenas de miles de personas que simplemente están cansadas de las peloteras. El dilema que enfrentan los candidatos del centro entonces es: ¿pegar alaridos para hacerse oír en medio del bullicio, pero entonces no corresponder a las expectativas del votante apacible, o quedarse callados y desinflarse por irrelevantes?
A la izquierda también hay una miríada de precandidatos. En principio, esta corriente tiene la ventaja de tener un mecanismo para escoger a su aspirante. Pero no está tan claro que funcione. Además, la izquierda enfrenta dos desafíos, y no uno. Primero, tiene que pasar a primera vuelta. Sufre el desgaste de gobierno, con desencantos y fracturas. Las cifras de aceptación (un término genérico; las encuestas usan confianza, simpatía, etc.) del presidente oscilan, creo, entre un 30 % cortico y un 30 % largo. Con eso, la izquierda podría llegar a segunda, pero solamente si está unida. Y después necesita un candidato que logre una apelación amplia, como Petro en 2022. De lo contrario, el centro y la derecha se alían y derrotan inevitablemente a la izquierda.
¿Ya se están comiendo las uñas, como yo? No, no nos vamos a aburrir.
Coda. El Observatorio de Tierras inicia su serie de podcasts “La Conversa”. Jugosa charla con dos protagonistas: Gloria Cuartas y Felipe Harman. Véanlo en este enlace.
