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Sangre y fuego

Francisco Gutiérrez Sanín

20 de junio de 2025 - 12:05 a. m.
“En el momento en que escribo estas líneas, Irán e Israel siguen intercambiando ataques aéreos”: Francisco Gutiérrez Sanín
Foto: AFP - MENAHEM KAHANA

En el momento en que escribo estas líneas, Irán e Israel siguen intercambiando ataques aéreos. Los de Israel, más precisos y apoyados por los Estados Unidos. Sin embargo, no es claro quién prevalecerá. Como dijo un general estadounidense hace un par de años, antes de la humillante retirada de Afganistán (quizás el país más pobre del mundo), la última vez que habían ganado una guerra, la tecnología de punta eran los radios de tubos.

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Aparentemente, la motivación para este nuevo escenario internacional de gran peligro es una sola: la decisión de Netanyahu, el líder israelí, de atacar a Irán, para impedir que éste logre tener una bomba atómica. Pero las cosas no son tan claras como podría parecer. Los iraníes, de hecho, estaban negociando su programa nuclear con Estados Unidos y con otros actores de la “comunidad internacional”, y ya había reuniones agendadas para estos días. Por otra parte, ¿si el hecho de que Irán llegue a tener la bomba atómica puede leerse en efecto como una amenaza existencial para Israel, la posesión por parte de este de la suya (una suerte de secreto a voces) no pone en jaque a todos sus vecinos? En el orden internacional que se está cayendo a pedazos ante nuestros ojos, se suponía que no, puesto que había estados “responsables” y otros “irresponsables” (rogue). Esto era ya una fantasía peligrosa cuando se volvió de uso corriente, pero hoy en día, a la luz de la salvaje e inhumana matazón que lleva a cabo Israel en Gaza, caracterizarlo como el muchacho decente del barrio es insostenible.

Otra posibilidad es que Netanyahu simplemente haya visto que se le abre una ventana de oportunidad para aplastar a todos sus enemigos. Trump, que necesita, como sucedió en su momento con Reagan en la década de 1980, una guerrita sencilla para legitimarse, ha percibido que Netanyahu va ganando y quizás haya considerado que es el momento para meterse.

Pero este conflicto no parece que vaya a ser pan comido. Cierto: el régimen iraní es terrible, misógino, y ha tomado múltiples decisiones irracionales que lo debilitan. Sin embargo, si por allá llueve, por los Estados Unidos no escampa. La coalición de Trump contiene diversas tendencias, tanto en la cúpula como en la base. Para algunas de ellas, la mayoría de las intervenciones deberían evitarse. ¿Y se aguantará la población el envío de tropas, con el respectivo regreso de cadáveres en bolsas negras? Además, el déficit estadounidense es ya enorme, y el presupuesto que ha pasado Trump al congreso lo aumenta. Aplastar a Irán y asesinar a su máximo ayatollah (como sugirió Trump que lo podría hacer si quisiera), implicaría una intervención en gran escala. De estas, los Estados Unidos han salido escaldados. ¿Querrá Trump repetir la terrible experiencia de Iraq? De pronto la pregunta no es tan pertinente para Trump, que es un irreflexivo, sino para el equipo de burócratas y consejeros que queda, pese al programa derechista de destrucción del Estado.

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No hablemos ya de que los impactos políticos de este conflicto pueden ser enormes, y golpear aún más la posición, ya debilitada, de los Estados Unidos. Cuánto material incendiario para alimentar la rabia de muchos excluidos y destruidos –musulmanes y árabes, para poner sólo dos de los ejemplos obvios– están proporcionando las acciones y los discursos de Trump. Esto podría aumentar la probabilidad de que ocurran ataques en territorio estadounidense y europeo, profundizando un círculo vicioso de hostilidad y violencia.

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Cuántos mensajes no contiene esta experiencia para los colombianos. No: la guerra no es bonita. No: “la victoria”, independientemente de cómo se defina, no está garantizada. Sí: romantizar los ataques homicidas, la motosierra, el “balín”, contra “el enemigo” tiene consecuencias. En el centro de esta peligrosa deriva internacional, hay toda una serie de políticas de odio que legitiman la destrucción física del adversario. Esto debería estar en el centro de nuestra atención.

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