Publicidad

Turbulencias

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Francisco Gutiérrez Sanín
11 de agosto de 2023 - 02:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Las últimas semanas han estado marcadas por nuestra sempiterna crisis. Es fácil reproducir la secuencia de eventos que condujeron al último episodio. Se encontró que Nicolás Petro, hijo del presidente, y Daysuris Vásquez, su pareja de ese entonces, captaron dineros del Hombre Marlboro y otros personajes análogos a nombre de la campaña que ganó en 2022. La Fiscalía en tándem con Semana, que tienen en común su propósito de desestabilizar a este Gobierno, como notó en este diario Cecilia Orozco, han tratado de sacarle todo el partido posible al caso. Ahora, también desde la Fiscalía, llega la noticia de un complot del ELN para asesinar a Barbosa. Me perdonarán, pero mientras no vea pruebas razonablemente serias no lo creo. No es imposible, pero sirve demasiado a la agenda de Barbosa y además le permite no solo bombardear los avances del proceso de paz con el ELN sino presentarse como víctima.

El episodio se puede ver desde al menos tres perspectivas básicas. La primera es jurídica, que me abstengo de comentar; no soy abogado. Pero sí debo destacar que, contrariamente a varios de sus predecesores, Petro ha reaccionado con claridad y con dignidad republicana, instando a los pesos y contrapesos institucionales a actuar. La segunda es político-electoral: ¿cómo se hacen las campañas en Colombia? Este es un ángulo importante, pero merece una reflexión aparte. Me concentro aquí en la tercera: las apuestas a largo plazo de nuestra democracia.

Pese a ser un problema fundamental o, mejor, por serlo, no puede ser considerado de manera estrechamente doctrinaria. El dúo Barbosa-Dávila representa sin duda a un conjunto de fuerzas con propósitos bastante claros, pero no al “sistema”, independientemente del significado que se dé a esa expresión. De hecho, vimos en los últimos días a varios expresidentes (como César Gaviria y Ernesto Samper) y a tanques de pensamiento (como Fedesarrollo) —voces y figuras que habitualmente se asocian a la defensa y dirección del “sistema”— adoptando posiciones cuidadosas y prudentes, e invitando a dejar a Petro terminar su período. Algunos gremios también se cuidaron de avivar las llamas del escándalo.

Tienen razón. La coalición gubernamental debería mantener un diálogo fluido y eficaz con estas voces, independientemente de las divergencias alrededor de otros temas. Para entender por qué, es necesario recordar los pequeños milagros que ocurrieron en el último año y medio. Una propuesta de izquierda ganó la Presidencia. No solo ganó; su representante ocupó el solio de Bolívar. Casi nadie creía que esto fuera posible. Pero pasó. Ahora bien: todos sus adversarios decían que eso implicaría adoptar la trayectoria venezolana. Acaso algunos lo deseaban. Pues tampoco ocurrió. El presidente se ha mantenido estrictamente dentro del juego democrático, incluso cuando este afecta a su familia. Se me podrá contestar que es su obligación: pero que esté a la altura de ella es precisamente evidencia de que su propuesta es distinta de la que tantas voces predecían.

Hablé de pequeños milagros. Pero quizás son grandes. En un país en el que la alternación en el poder ha sido muy traumática, se produjo una bastante significativa. Y, además, sectores de la sociedad tradicionalmente muy excluidos —no solo la izquierda, sino diferentes organizaciones sociales— llegaron a posiciones de decisión dentro del Estado. No para vengarse, sino para gobernar de manera distinta. “Distinta” puede significar peor o mejor, dependiendo de las preferencias y de la evaluación de la lectora, pero abre el abanico de alternativas para los ciudadanos.

Mejor cuidemos esos milagros, que nos dan la oportunidad de dejar de matarnos y de fortalecer instituciones que son producto de un largo proceso histórico. Para eso, quizás valga la pena pensar en construir una coalición amplia, implícita o explícita, de fuerzas políticas y sociales que, pese a sus diferencias, quieran defender la democracia y la alternación en el poder. Mucha gente con intereses muy distintos cabría allí, con tal de que tenga horizontes temporales relativamente largos.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Alberto(3788)11 de agosto de 2023 - 11:04 p. m.
Excelente visión, de acuerdo. "De la evaluación de la lectora", y del lector, tampoco nos vamos al otro extremo. Gracias, Francisco Gutiérrez Sanín.
Edgard(u2qq3)11 de agosto de 2023 - 10:14 p. m.
Excelente Columna, completamente de acuerdo con todas sus reflexiones.
Norma(12580)11 de agosto de 2023 - 07:26 p. m.
Análisis lúcidos e informados. GRACIAS.
Eduardo(27855)11 de agosto de 2023 - 03:23 p. m.
El caso parece más una estafa que un delito electoral. El acusado no tenía responsabilidad en la campaña pero valiéndose de su posición, pide dinero a unos personajes conocidos en el ambiente político por su manejo de maquinarias corruptas; propone un tráfico de influencias y los personajes “aportan”. Es curioso que, sabiendo que se robaron sus aportes, los personajes no hayan puesto la denuncia. “Ladrón que roba ladrones …”
Finley(56195)11 de agosto de 2023 - 02:51 p. m.
Magnífica columna, ¿por qué quienes pensamos así nunca ganamos las elecciones, profesor? Tal vez la respuesta esté en eso que dejó en el tintero para después sobre cómo se ganan las elecciones en Colombia que se refleja en el affaire Nicolás. (A propósito, ¿se ha dado usted cuenta de cuántas veces nos anuncia temas que tratará en otra columna, y después nunca la escribe?)
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.