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Francisco Gutiérrez Sanín
02 de octubre de 2009 - 03:06 a. m.
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EL PASADO DOMINGO, LOS DOS grandes partidos de oposición llevaron a cabo sus consultas internas.

El bajo nivel de participación, que se ajusta más o menos a lo que se podía esperar, fue para muchos medios la gran noticia: a mi juicio un error de perspectiva (sólo en pocas partes del mundo, en pocas ocasiones, estos eventos despiertan gran entusiasmo), que no ha permitido una evaluación cuidadosa de lo que está en juego.

En las toldas rojas, se impuso con cómoda ventaja Rafael Pardo. Esto le permite un amplio margen de maniobra. No debe esperar mucha oposición interna. Los otros dos candidatos que lograron obtener un guarismo decente (Gómez y Gaviria) no son particularmente combativos, y no tienen grandes motivos para quejarse ni del proceso ni del resultado. En el Polo las cosas son a otro precio. Allí juegan dos factores fundamentales. El primero es que el desenlace fue muy apretado. En Bogotá en particular la diferencia fue literalmente de unas cuantas decenas de votos. El segundo es que las diferencias entre Petro y Gaviria son relativamente grandes, y se han ido enconando por una serie de encontronazos, roces y malentendidos. Es decir, las huestes de Gaviria podrían tener tanto la capacidad de, como el potencial interés en, hostilizar y estorbar seriamente la propuesta de Petro de construir una amplia alianza electoral antes de la primera vuelta presidencial.

En esta idea, Petro coincide —así sea de manera laxa— con Pardo. Quizás Pardo crea que la ruta consiste en hablar primero con Cambio Radical y después con otros, mientras que Petro piense en entenderse antes que nada con los tres mosqueteros. Lo importante es que ambos candidatos oficiales se han dado cuenta de la necesidad de construir una coalición que tenga una fuerza electoral lo suficientemente significativa como para que se pueda jugar en serio el juego de la gran política, de la alternación, que es el único interesante ahora. Por separado ninguno de estos partidos es fuerte: si la consulta sólo habla de mínimos, éstos en todo caso cuentan. Los del Polo son 500 mil votos, los del Partido Liberal algo más de un millón. ¿Cuánto serán los mínimos de Uribe? Juntos, el Polo y el liberalismo se acercan a los dos. Si a esto se suma la fuerza no despreciable de los tres ex alcaldes de Bogotá, empieza a delinearse una propuesta competitiva: no arrolladora, ciertamente, pero lo suficientemente visible como para atraer apoyos y galvanizar a esos ciudadanos que, compartiendo el fastidio de la mayoría de la nación con la violencia y la inestabilidad, están cansados ya de que les metan la mano a los bolsillos para subsidiar jardines de reinas de belleza.

Construir esta opción es una apuesta de enorme importancia para el país; ojalá no la perdamos. A nadie —me imagino que tampoco a sus proponentes— se oculta que ella se encontrará casi de manera cotidiana con obstáculos formidables. Pero es la única alternativa, si de verdad queremos evitar sufrir el tránsito por una dolorosa ruta de atraso, de deterioro brutal de la democracia y descomposición del aparato del Estado. Los liderazgos democráticos del país van a tener que desplegar en los próximos meses mucha paciencia, responsabilidad y visión de largo plazo.

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