El secuestro del padre de Luis Díaz por parte del ELN es —para parafrasear la famosa expresión atribuida a Fouché— un crimen y también una estupidez. Cometer este ataque terrible, contra un señor mayor e indefenso, que no tiene nada que ver con nada y quien además es el papá de una figura adorada por millones de colombianos, sobre todo de los sectores populares, es una manera infalible de echarse a la población encima. Peor aún. La justificación notarial, según la cual “es una operación de finanzas que aún no se ha discutido en la mesa”, no solamente saca del panorama el predicamento humano involucrado en toda la operación, sino que ignora de un plumazo las consecuencias políticas de los propios actos. Es una torpeza que produce pasmo. Si el ELN quiere que su paz sea participativa, participativa de verdad, entonces consulte la opinión que les merece a los colombianos este acto (y el grupo mismo). Para no hablar ya de que cada minuto que pasaba aumentaba el riesgo de que le pasara algo irreparable a la víctima, con las consecuencias que hasta el más tonto se puede imaginar.
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10 de noviembre de 2023 - 02:05 a. m.