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Yo sólo quiero tener un millón de amigos

Francisco Gutiérrez Sanín
21 de octubre de 2022 - 05:30 a. m.

Alguna lectora memoriosa se acordará de esta venerable balada de Roberto Carlos (“yo no quiero cantar solito / yo sólo quiero un coro de pajaritos”), que en mis ya lejanos años de estudiante universitario me tocaba oír, con el parlante pegado a la oreja, en la buseta. Es perfectamente espantosa. Pero como la memoria tiene sus travesuras, ese tipo de cosas se le quedan a uno. Así que no pude dejar de recordarla con motivo de la apretadísima coyuntura colombiana (la internacional no se queda atrás…).

En efecto, informa Noticias Uno que Carlos Tomás Severini, candidato a conformar la junta directiva de Fedegán-Magdalena, no sólo está enredado en un par de asuntos tenebrosos, sino que fue pillado en reuniones con reconocidos parapolíticos, como Ramón Prieto Aljure. Carlos Tomás se justificó diciendo que esos eran simples amigos. Agrega el excelente informativo que Carlos es hermano del “narcoparamilitar” Saúl. Pero aquí me parece que comete una inexactitud. La historia de por qué lo creo es interesante y tiene que ver con la balada, así que me decidí a contárselas.

Pues, aunque Saúl Severini, quien hasta donde entiendo está aún prófugo, pudo haber tenido sus escarceos con el narco, tiene como identidad básica la de gran hacendado ganadero. Fue a partir de ella que construyó su enorme poder político, a todos los niveles territoriales. Una hermana suya era alcaldesa, pero además tenía relación íntima con varios otros burgomaestres, entre ellos Moncho Prieto. Si la memoria no me falla, fue con Prieto y otros grandes ganaderos paramilitarizados que se construyó una asociación de municipios del departamento, cuyo objetivo era gestionar recursos ante el poder central. Funcionaba, como tantas otras cosas de los paras, a la luz del día y sin estorbo alguno.

Es que las redes de amigos de Severini no se extendían solamente hacia abajo, sino también hacia arriba. En su principal municipio (Pivijay, que tiene una larga tradición con respecto de la alta política tradicional) fue anfitrión de pesos pesados del mundo partidista (incluyendo a José Gamarra, parapolítico y padre de otro de los postulados a directivo de Fedegán-Magdalena). Algunos rumoran que también del Gobierno central. Tenía significativa influencia en toda una serie de agencias de su gremio, incluyendo la cooperativa Coolechera, uno de cuyos gerentes terminó asesinado (al parecer por oponerse al control paramilitar sobre ella).

El poderoso tinglado político de Severini incluía a gentes como Prieto, pero también a otros Severinis, para obtener y consolidar el control sobre “su” territorio y “sus” municipalidades. A Pivijay lo manejaba con puño de hierro. Mientras tanto, toda una serie de agencias estatales, a diferentes niveles territoriales, colaboraban con Saúl. Por cierto, lo que ocurría en el municipio no era un secreto: la información de lo que estaba sucediendo fluía a borbotones.

¿Así que narco? Quizás en el margen. Pero lo dicho: era, antes que nada, un poderoso hacendado. De hecho, ni siquiera era paramilitar, en contraste con algunos de sus pares, que sí se pusieron el camuflado. Eso sí: tenía influencia enorme en el mundo paramilitar, que le servía para muchas cosas. Los paramilitares y Saúl construyeron un auténtico régimen de terror. En los expedientes judiciales, varios paramilitares confiesan que tomaban órdenes de él, que “don Saúl” era quien escogía a quien matar o no, y que le temían. Y sí: mandó matar a mucha, mucha gente (incluidos otros ganaderos que le incomodaban).

El éxito de Saúl se basó pues en esta ecuación: poder hacendatario más redes de amigos (políticos, gremiales, institucionales). Como decía el sonado paramilitar Pablo Hernán Sierra: “Nosotras las autodefensas siempre estamos buscando amigos, amigos referidos”: uno referido por otro, y así sucesivamente. Esos amiguitos nunca se desactivaron; han sabido capotear los malos tiempos y aprovechar los buenos.

Toda la cosa suena linda, ¿cierto?: “yo no quiero cantar solito”. Pero es un horror y un peligro para el país.

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