Mi voto por Petro en la segunda vuelta lo anuncié en una columna en este diario. Me motivó la posibilidad de que ganara Hernández. Antes había anunciado mi abstención. Aunque no me arrepiento de esa decisión, los comportamientos día a día del presidente lo vuelven impredecible. Tuits sobre cualquier idea que se le ocurra, aprovechamiento de situaciones favorables para peroratas, opiniones sobre lo divino y lo humano, decisiones inesperadas y mucho más hacen que su gobierno esté en permanente agitación. Sin completar aún su primer año, los interrogantes sobre su futuro no tienen parangón.
El sorpresivo revolcón de su gabinete (luego del cambio de tres ministros al final de febrero), con el despido de ministros y nombramiento de siete sustitutos, además del director del Departamento Administrativo de la Presidencia —varios de ellos de su entorno—, deshizo la coalición política que lo apoyaba y aumentó los interrogantes. Esto sin contar decisiones producto de caprichos alimentados por su ego. En su viaje a Estados Unidos visitó la Universidad de Stanford, invitado por estudiantes y funcionarios para intercambiar ideas. Pero en un discurso de alrededor de hora y media sobre aspectos conocidos acerca del medio ambiente ni siquiera mencionó a Colombia, provocando la salida de alrededor de la mitad de los asistentes antes de que terminara.
Su afición a los balconazos apareció nuevamente el 1.°primero de mayo en la Casa de Nariño, señalando amenazas de tragedias institucionales. Planteó además la necesidad de movilizaciones sociales si no se aprueban las reformas que propone, pues sin reformas habrá revolución. Estas y otras actuaciones en las últimas semanas muestran los vaivenes del presidente, que pueden aumentar en este año electoral. En un mundo político complejo como el del país, un personaje de este tenor podría provocar reacciones inesperadas e impredecibles, que antes que lograr soluciones a muchos problemas podrían desbocarlos. Según encuestas, la tendencia es la disminución de quienes lo apoyan, situación que podría desembocar en coyunturas difíciles de resolver.
La personalidad del presidente, de un gobierno claramente de izquierda, deja un mal sabor al alimentar sectores de oposición de la derecha, e incluso del centro, aspecto que no contribuye a la solución del sinnúmero de problemas que requieren tratamientos adecuados. El caso del Ministerio de Defensa sirve de ejemplo. Aunque Iván Velásquez es una persona sin tacha en sus labores profesionales, desconoce el mundo de la fuerza pública. No ha sido removido en los cambios en los ministerios. Ello implica que tras los desajustes causados por Petro en el nombramiento de comandante de las Fuerzas Militares y director de la Policía ha complicado las labores del ministro. Más aún en el caso de la Policía, ya que sigue siendo una rueda suelta institucional, pues depende directamente del ministro y no del Ministerio.
No hay duda de que seguirán las sorpresas derivadas de las decisiones de Petro, sin que siquiera se pueda especular sobre lo que sucederá en los tres años largos restantes del período presidencial.