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¡Presumido!

Francisco Leal Buitrago
27 de enero de 2023 - 05:02 a. m.

Tal vez ningún gobierno, a escasos seis meses de iniciado, había tenido el sinnúmero de artículos, anotaciones y comentarios críticos como el del presidente Petro. La multiplicación sin fin de redes sociales de los últimos años explica parcialmente este fenómeno. También influye que se trate del primer gobierno de izquierda en un país con tendencias derechistas. Entre los factores más persistentes en tales críticas sobresalen los relacionados con la personalidad del mandatario. Se trata de una actitud que denota arrogancia en sus decisiones.

Quienes lo conocimos recién desmovilizado de la guerrilla detectamos un ego subido de tono en sus gestos corporales, como su mirada lateral y su inclinación de la cabeza, y en sus tonos de voz. Ahora, como funcionario público del más alto nivel, su personalidad ególatra tiende a traducirse en el uso de redes sociales, sobre todo Twitter, para enviar mensajes inmediatos a un sinnúmero de seguidores. Petro no para de hacerlo, sometiéndose a la improvisación y el riesgo de “embarrarla”, asunto grave en una figura como la de presidente de una nación.

Aunque destacado, este no es sino un factor más de su comportamiento cotidiano. Hay que pensar más que todo en las decisiones que toma como primer mandatario. Buena parte de las que salen a relucir en la opinión pública son improvisadas y, por supuesto, impactan a la audiencia. Sus decisiones persisten, aun cuando hay errores que además se repiten y parecen borrársele de la mente. Entre ellas una muy grave, que va en contra de una importante promesa de campaña, son los nombramientos en altos cargos públicos de personas no idóneas. No siempre se trata de nombramientos que le corresponde hacer al presidente, a veces los responsables son subalternos que no pueden contrariar a la figura central de la Casa de Nariño.

Familiares, amigas de la primera dama, antiguos conocidos y sugerencias de quienes lo rodean son “empujados” a cargos públicos sin tener en cuenta las prioridades que tienen el conocimiento, la preparación y la experiencia profesional de los designados o “sugeridos” por el primer mandatario para un cargo oficial. Así, su crítica en campaña al creciente clientelismo nacional pasó a ser una práctica presidencial en este aspecto, a costa del frágil sistema político de un país en el que el Estado no ha sido capaz siquiera de controlar alrededor de la mitad de su territorio.

Esperemos que haya correcciones al respecto de estas y otras conductas presidenciales, aunque en un ser presumido como Petro esto es bien difícil. Sin embargo, la esperanza es lo último que se pierde.

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