En los últimos días, un candidato al Senado por el Pacto Histórico —que arrasó en la consulta del 26 de septiembre— dijo en redes sociales que “ya estuvo bien con las listas cremallera” [sic].
Su comentario reflejó una idea más extendida de lo que parece. Algunas figuras femeninas del Pacto Histórico lo cuestionaron, pero bastó con leer los comentarios para notar que muchos hombres estaban de acuerdo. Y no es el único. Son muchos quienes piensan que las cuotas o las listas cremallera ya cumplieron su función.
Las listas cremallera son aquellas en las que cada posición dentro de la lista debe alternar entre una mujer y un hombre, hasta finalizar. Al ordenar las candidaturas de esta forma, se busca fomentar la igualdad de oportunidades y fortalecer la representación democrática.
Fueron reglamentadas por la Ley 1475 de 2011, que en su artículo 28 estableció la obligación, en materia electoral, que las listas que tuvieran más de cinco candidatos a cargos de elección popular debían estar conformadas por un mínimo de 30 % de uno de los géneros. Su aplicación efectiva comenzó en las elecciones legislativas de 2014, cuando por primera vez el Congreso tuvo que cumplir con estas reglas de equidad. Hasta entonces, la representación femenina se mantenía estancada entre el 10 % y el 14 %. Con la entrada en vigor de esta medida, ese porcentaje subió al 20 %.
En 2022, el Congreso alcanzó un 30 % de representación femenina, casi diez puntos más que en 2018. En términos concretos, el número de mujeres pasó del 19,7 % al 29,1 %, un avance de 9,4 puntos porcentuales en un solo periodo.
Según la Misión de Observación Electoral (MOE), en trece departamentos del país —entre ellos Amazonas, Caquetá, Arauca, Cesar y Chocó— nunca ha sido elegida una mujer a la Cámara de Representantes desde 1991. Donde no hay cuota, no hay mujeres. Sin obligación, la puerta simplemente se cierra.
El mismo informe señala que solo el 30 % de las listas al Congreso en 2022 fueron encabezadas por mujeres. En otras palabras, la mayoría de los partidos cumplieron la cuota, pero no cedieron el primer lugar. Sin alternancia ni listas cerradas, la igualdad sigue siendo una promesa más que una práctica.
En los comentarios que apoyaban la postura de este candidato, muchos repetían indignados que las mujeres debemos llegar “por mérito”. Pero las cifras son contundentes: en 2010, sin aplicar todavía la Ley 1475, las mujeres constituían apenas el 12 % del Congreso; en 2014, con la cuota y la lista cremallera, subieron al 20 %, y en 2022, con más partidos aplicando alternancia y listas cerradas, llegaron al 30 %.
Cuando se deja al azar o a la voluntad de los partidos, la representación femenina se estanca. Cuando hay reglas —como las cuotas o las listas cremallera—, las mujeres llegan.
Esa es la paradoja: las normas que muchos llaman imposiciones son, en realidad, las que hacen posible la meritocracia.
Y si los ejemplos nacionales no bastan, vale mirar a Bogotá. En el Concejo, de 45 curules solo 10 son ocupadas por mujeres, y de esas 10 la mitad pertenece al Pacto Histórico. No es casualidad: es el resultado directo de aplicar reglas como la lista cremallera. Es una problemática que atraviesa desde la capital hasta los rincones más alejados del país.
¿“Ya estuvo bien con las listas cremallera”? La respuesta es no. Si desmontas las reglas justo cuando empiezan a funcionar, lo que viene no es avance: es retroceso. Que hoy haya más mujeres no significa que el problema ya esté resuelto, sino que las reglas comenzaron a corregir una desigualdad histórica. La participación femenina aumentó, sí, pero eso no demuestra que ya haya igualdad; demuestra que la ley funciona y que sigue siendo necesaria.
El diseño institucional sí cambia resultados. El aumento de la participación femenina no es casualidad: es el resultado de reglas como la lista cerrada y la cremallera. Estas no regalan curules ni espacios; corrigen desigualdades y eliminan los atajos estructurales e históricos que durante décadas impidieron una competencia real entre mujeres y hombres.
El objetivo a largo plazo es no necesitar las listas cremallera. Ese día, las mujeres seremos las primeras en celebrarlo. ¿Quién más que nosotras quiere competir en igualdad de condiciones? Pero ese día no es hoy.