El video es elocuente: Jóvenes encapuchados en una universidad pública, frente a cientos de estudiantes, la mayoría de primer semestre, expresan consignas a favor de un tal “Movimiento Bolivariano Estudiantil”.
Sin entrar en el debate ideológico que suscitó el video en los órganos de elección popular, estudiantes y opinión pública, me puso a pensar que a los colombianos nos encanta no sólo encapucharnos en las universidades sino en la red.
So pretexto de opinar, en el espacio de internet o en una universidad, se ha vuelto normal encapucharse, con prendas de lana o con seudónimos.
Es inaceptable que en plena época posmoderna, muchos no tengan confianza para expresar sus ideas en la academia y en la red universal.
En las sociedades modernas tenemos derecho a ver las caras de quienes opinan y transmiten ideas y en la sociedad de la información está el derecho de todos a lograr una navegación anónima por la web que no significa cubrir el “rostro virtual”.
El anonimato, no encubrimiento, es un derecho de los usuarios de las tecnologías de la información. El mejor uso de la red es un deber de autoridades y estudiantes que se encapuchan para buscar espacios libres y democráticos.
Por lo pronto, las autoridades de las TIC tienen un reto regulatorio: lograr una navegación anónima por la web. Tarea nada fácil porque hay razones de seguridad e interés público para acceder a los rastros que dejan las comunicaciones por internet y porque, como dice el abogado chileno Herrera Bravo, las huellas permiten conocer las conexiones que se han tenido, los contenidos escogidos, con quiénes se comunican, a qué hora, desde dónde, las terminales, sus gustos, necesidades, qué escriben y piensan; sin duda, más de lo que se desearía al navegar.