Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Despertar la conciencia sobre la Orinoquia que debemos construir

Germán I. Andrade

20 de abril de 2025 - 12:06 a. m.
“El despertar de la conciencia sobre la Orinoquia sería no solo por su potencial económico, sino por la sostenibilidad”: Germán I. Andrade.
Foto: Instituto Humboldt

De manera cíclica se renueva el discurso sobre el potencial de la Orinoquia. Centrado en la altillanura, se vuelve a vender idea de que, siguiendo modelos en el Brasil (Cerrado o Mato Grosso), Colombia está en mora de dar un fuerte impulso al desarrollo de la agroindustria. En la argumentación se omite el costo ambiental y social de estos modelos, que es en el agua, la biodiversidad y los habitantes originarios. Para que el potencial económico pueda realizarse, es necesario actualizar el discurso del desarrollo.

PUBLICIDAD

Recientemente Fedesarrollo presentó un estudio contundente por las cifras de crecimiento económico, pero para que sea un discurso de desarrollo es necesario matizarlo y complementarlo con consideraciones sociales y ecológicas. No se trata necesariamente de abogar por un cambio radical del modelo de desarrollo, porque la intención de basar el crecimiento en la bioeconomía —esto es el valor económico de la biodiversidad— siempre será válida. Hay ejemplos en ganadería en sabanas naturales, marañón y cacay, pesca y piscicultura, y turismo de naturaleza. Pero la fuerza económica transformadora, que va por el lado de las tecnologías de precisión o enriquecimiento de suelos, hace que sea fundamental encontrar un modelo de convivencia de la agroindustria con los sistemas ecológicos. No podría, por ejemplo, seguir expandiéndose si no se resuelve la cuestión Sikuani con el reconocimiento de los derechos territoriales. No haberlos tenido en cuenta hace que la discusión esté ya pasando a los tribunales. El reto dentro de la legalidad incluye, ante todo, revisar los derechos y deberes en el acceso a la tierra que se pretende sea de uso agroindustrial. Y los temas ambientales, que no son externos, deben considerarse desde el corazón de los negocios.

No se trataría solamente de definir determinantes ambientales allí donde no deba entrar la agroindustria y abandonar el resto a su suerte económica; por su puesto, es una tarea regulatoria pendiente, pero el reto desde el sector privado va más allá, para una parte mayor del territorio: es necesario definir bases para el ordenamiento de las transformaciones alrededor del agua y la biodiversidad. Aplicar el Conpes 3797 del 2014 para la sostenibilidad de la altillanura pasa por definir la estructura ecológica principal en escala detallada dentro de los predios en transformación. Esto, además de la producción más limpia —de la cual ya hay ejemplos sobresalientes—, significa que la naturaleza silvestre no debe ser aniquilada por la expansión agroindustrial y ganadera, lo cual es posible a través de una red interconectada de mosaicos de sabanas naturales y bosques. En la propuesta de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes para Riopaila en el proyecto Veracruz se creó el concepto de “diseño adaptativo de un paisaje agroindustrial”. En lenguaje del Instituto Humboldt lo llamaríamos hoy “diseño de un paisaje productivo biodiverso”. El productor tendría así la posibilidad de definir escenarios económicos de implementación del modelo agrícola, permitiendo convivencia entre los valores naturales y el desarrollo económico. Esta planificación debe incluir los pequeños y numerosos humedales en donde nacen los ríos de altillanura, tan importantes como el Bita, Muco, Manacacías. El carácter ecológico de estos ríos, llamados de aguas claras, debe mantenerse evitando lixiviados y contaminantes desde los cultivos, lo cual pondría en riesgo la pesca ornamental. Se trata de aplicar bases científicas y de precaución para que en la altillanura los ecosistemas silvestres no sean transformados en toda su extensión.

Read more!
Read more!

No existe una fórmula para decir cuánto de los 13,5 millones de hectáreas deberían permanecer en estado silvestre. La meta global del convenio de biodiversidad de mantener el 30 por ciento de áreas naturales remanentes para el año 2030 podría usarse como referente en la escala de la altillanura en transformación. Esto por supuesto trae grandes retos financieros. El Estado tendría un papel en la creación de incentivos que hagan viables los negocios.

El llamado es a que el discurso de promoción de la agroindustria se alinee con las narrativas del desarrollo sostenible, que en este caso están en torno a la adaptación climática, evitar el colapso de la biodiversidad y prevenir la contaminación. El despertar de la conciencia sobre la Orinoquia sería no solo por su potencial económico, sino por la sostenibilidad, incluyendo los escenarios globales del clima, los nuevos horizontes de regulación y los mercados internacionales. La inclusión social y justicia ambiental será la gran tarea que podría comenzar ya a cambiar el futuro.

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.