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Hoy traigo a la columna tres hechos de la semana pasada. Dos nos llenan de luto y el tercero de esperanza.
Cronológicamente:
En la mañana del jueves 21 en Amalfi, Antioquia, un helicóptero lleno de policías fue atacado por un grupo armado ilegal que no logró entender de qué se trata la política de paz del gobierno actual y decidió despreciar la mano tendida, desatender la voz del pueblo y seguir matriculado con el uso de la violencia. Este ataque dejó 13 policías muertos y cuatro heridos.
El mismo 21 de agosto en Cali, a las 2:50 pm, un camión bomba en las afueras de la Base Militar Marco Fidel Suárez les quitó la vida a siete ciudadanos y dejó más de 70 civiles heridos.
Frente al terrorismo solo cabe una respuesta: rechazo total, persecución efectiva y judicialización certera de los responsables. No hay lugar para consideraciones o atenuantes. Nada, absolutamente nada puede justificar el terrorismo, nunca y menos ahora, con un gobierno que ha hecho lo humanamente posible para lograr una paz concertada. El clamor de los colombianos ha sido unánime: frente a los autores de la barbarie -secuaces del terror como instrumento de desestabilización- no puede haber condescendencia ni ambigüedad. Sugiero leer los mensajes enviados por sectores muy diversos, incluido el comunicado de una mesa de diálogos por la paz, en el que ambas delegaciones (gobierno y grupo armado) de manera conjunta condenan los actos terroristas y se solidarizan con las víctimas. Y a quienes proponen terminar con todas las mesas de diálogo les digo: De lo que se trata no es de acabar con la posibilidad de paz, sino con la realidad de la violencia.
El tercer hecho que traigo a Pazaporte sucedió el viernes en la tarde en la ciudad de Pasto, y es un acto de vida y esperanza; es la propuesta de un demócrata íntegro, el lanzamiento como precandidato presidencial de Iván Cepeda Castro, constructor de paz, defensor de la dignidad de los más vulnerables; una luz que ha persistido por décadas en el logro de una justicia limpia y valiente, y piensa, habla y actúa con honestidad y coherencia en defensa de la ética de la vida. Iván Cepeda sabe lo que significa y lo que implica defender la democracia, la ley y la diferencia de pensamiento. Ha ejercido con pulcritud y con un valor fuera de serie, los cargos de elección popular para los que ha llegado por amplias mayorías. Iván sabe que una inteligencia que no está al servicio de la construcción de una sociedad más justa y más equitativa es una inteligencia desperdiciada, y me consta que su razón y su corazón han estado en función de Colombia, de la paz, de las víctimas del Estado y sacar de su infame escondite las verdades que muchos intentaron callar.
Iván Cepeda leyó en Pasto un Credo, el suyo, y les recomiendo oírlo porque es bellísimo, poderoso en su contenido y sencillo en su presentación; es palpable, humano, desprovisto de pretensiones y de promesas incumplibles. Es lo que es él: profundo pero accesible, firme y a la vez sereno, respetuoso de las instituciones y rebelde frente a la injusticia y la desigualdad. Es el Credo de un hombre que sabe cómo servir a Colombia, cómo sanar rencores y discriminaciones; Iván sabe que descalificar y culpar de todo y por todo a quienes piensan distinto, le resta a Colombia posibilidades de vivir en paz y de lograr un desarrollo social perdurable. ¡Le agradezco tanto su capacidad de conciliar, ahí, donde otros se asfixian y nos asfixian en el fuego cruzado de odios estériles!
Confío mucho en Iván; lo suyo es la construcción de puentes y no la profundización de abismos y eso es lo que necesitamos, sin vacilación y con urgencia.
